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Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Culeros

EL camping de Con el culo al aire concentra todos los defectos posibles de una serie española de siempre: actores sobreactuados o endebles, situaciones forzadas, falta de riesgo, chistes previsibles. El arranque de la segunda temporada mantuvo todas las taras que fue arrastrando en la primera. Es una comedia recién sacada de los peores años del Mortadelo y que al pasar por la máquina del tiempo se viene abajo hecha cenizas. Intentan aparentar que esa España del precariado existe, pero en realidad ese cúmulo de supervivientes canis, más preocupados en chingar que en tener futuro, sólo está en la acartonada imaginación de unos creadores que aún siguen creyendo en el espectro de Los bingueros y en la sagacidad del dúo Sacapuntas.

Mira que con los mimbres de Paco Tous, de María León, de la también andaluza Natalia Roig o de Toni Acosta se podrían enhebrar buenas situaciones de carga satírica, y de crítica social también, pero esta comedia de Antena 3 deja en la indiferencia por esa atmósfera impuesta, por esa comicidad dilatada en exceso, que deja al habitante del sofá saturado.

Lo más irritante, más que tanta alusión genital y escatológica, es la impostura rebelde que intenta transmitir el personaje principal. Una miseria desastrosa de la que tienen la culpa los políticos y los ricos. Con el culo al aire juega a ser portavocía guasona de los indignados, lo que viene a desacreditar aún más a unos guiones flojos que intentan mirar de reojo a La que se avecina. Tal vez ese es el sueño de Antena 3: tener un nuevo Aquí no hay quien viva. Van a tener que seguir esperando. Además de palabrotas y sal gruesa hay que saber aliñar la proximidad y la química con el que está enfrente.

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