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SE acuerdan ustedes de cuando Griñán, nada más tomar posesión como presidente, exigió a sus consejeros que nombrasen a los altos cargos por sus méritos y no por su carné (socialista)? Yo sí me acuerdo, y de la ilusión que despertaron sus palabras, y de la expectación levantada sobre su cumplimiento. O incumplimiento.

Hay un caso reciente en que la ilusión ha sido defraudada. El miércoles se dio a conocer la dimisión del director de la Fundación de las Tres Culturas del Mediterráneo, Gerardo Ruiz-Rico, prestigioso catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Jaén. Razón oficial: motivos personales. Como la sospecha es obligación del periodista, sospeché que ahí había gato encerrado. Vamos, que los motivos personales no eran tan personales.

Indagando, indagando, me entero de que, en efecto, al profesor Ruiz-Rico le han hecho ver que no cuentan con él en la nueva etapa y, por tanto, le han invitado a dimitir. También se conoce el nombre de su sustituta, Elvira Saint-Gerons, a la sazón delegada de la Junta de Andalucía en Bruselas, y también sobrina del influyente eurodiputado Luis Planas, que fue consejero de Presidencia en los años noventa y hombre de la estricta confianza de Manuel Chaves. La señora Saint-Gerons, por motivos esta vez sí realmente personales, se encuentra incómoda en Bruselas y quiere regresar a España. No hay por qué dudar de su competencia y capacidad para ejercer el nuevo cargo, de contenido tan lejano al anterior, pero así han sido las cosas.

El profesor Ruiz-Rico es hombre discreto y no cuenta nada, pero me consta que no ha sido muy feliz en el tiempo (meses) en que ha dirigido la Fundación Tres Culturas. El origen de sus cuitas es el sometimiento de la entidad a las directrices políticas de la Consejería de Presidencia de la que depende. Precisamente su antecesor en el puesto -otro apellido ilustre del socialismo andaluz- fue nombrado responsable de Cooperación Internacional de la Junta y trató de seguir dirigiendo desde arriba la fundación. Cuando se lo llevaron a Madrid, con Chaves, el director legal creyó llegada la hora de su autonomía, pero en dos meses le han hecho comprender que estaba de más. Y ha dimitido "por motivos personales", culminándose así una historia de sobras repetida: el profesional relevante, pero independiente, que acepta un cargo público que cree interesante y susceptible de desarrollar una labor intelectualmente atractiva y socialmente útil, y que termina devorado por el sectarismo y el clientelismo de los otros.

No quiero ser mal pensado, pero me temo que la Fundación Tres Culturas corre el peligro de convertirse en una entelequia subordinada a la única cultura políticamente imperante: los nuestros antes que los amigos, simpatizantes, indiferentes y neutrales. Por este orden.

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