TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

HABRÁ más encuestas este fin de semana. No diferirán mucho del Barómetro Joly que publicamos el anterior. Tampoco diferirán mucho las reacciones de los afectados: los que se creen vencedores, tratando de no llamar la atención ni meterse en ningún charco que tuerza los augurios, y los que se saben perdedores, negándoles fiabilidad y replicando con sondeos propios que les dicen lo que quieren oír. Ya conocen mi teoría: la inmensa mayoría de los andaluces ya tiene decidido su voto desde hace meses, sin que el desarrollo de la campaña vaya a influirles hasta el punto de cambiarlo. Uno vota -o no vota, que habrá mucho de eso también- por una conjunción de factores que van desde la pertenencia a una clase social determinada a la ideología -explícita o inconsciente-, pasando por la consideración que se tenga sobre la situación de la región y sobre cómo le va personalmente, la influencia de los círculos familiares o amicales y de las personas cuyo liderazgo se reconozca, el nivel de instrucción que se posea y el grado de información al que se tenga acceso... y los mensajes que reciba durante la campaña, su credibilidad y fuerza. Esto, en último lugar. Poniendo en la balanza el desgaste del PSOE, el escándalo de los ERE, el paro autóctono y la división del socialismo que viene, además, de dos derrotas consecutivas, de un lado, y los recortes de Rajoy, la reforma laboral y el aplastante control de casi todas las instituciones por el PP, de otro, creo que lo primero va a pesar más que lo segundo. La gente decidió en masa hace un año que los socialistas dejaran el poder que tuvieron en España durante ocho años. Lo normal es que decida que lo dejen ahora en Andalucía, después de treinta. También puede ocurrir lo extraordinario, claro... Nada está escrito.

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