Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Derrota

En la cresta de la ola, sus cálculos y sus datos no informaban de algo así, no hacían presagiar su derrota

Usted está en la cresta de la ola, vigorosa y espumeante. Surfea sobre corrientes de poder y de sumisión ajena. Pero una mañana salta un viento traidor, es un día cualquiera, y cuando menos lo espera algo hace crack y todo se rompe, estalla y revienta y se funde como unos plomos gastados y se para y deja de funcionar como es debido. Viene de fuera, pero va a germinar en su interior mientras usted presume de habilidad y equilibrio. Al principio apenas lo nota. No es algo vinculado a la amenaza de la vejez ni al paso del tiempo ni al deterioro físico. Al contrario, nada de eso, porque puede que usted incluso se siga viendo bien, algunos destellos de juventud no se han apagado del todo, y eso, junto a la caterva de aduladores y gregarios que zumban a su alrededor regalándole los oídos, le empuja a presumir de músculo, inmune a los achaques físicos -y por supuesto no tiene la más mínima duda de que su salud mental está intacta-. No es que su palabra favorita sea ganador, es que usted se tiene por invencible. Usted cree que su puesto es el del número uno y que no tiene rival.

Entonces acontece eso con lo que usted no contaba. Ocurre de golpe, nada que se desarrolle poco a poco, nada que nazca, crezca y se propague lenta, inexorable y silenciosamente como una metástasis. Tampoco es un hecho premeditado, es algo que ocurre de forma abrupta, algo a lo que usted no le encuentra ninguna explicación. No puede. Es más, quizá hasta no quiera encontrársela, porque sus cálculos y sus datos -que creía infalibles- no informaban de algo así, no hacían presagiar su derrota. Es algo que ha pasado de repente y ya está. Un relámpago. Un trueno. Y ha hecho mucho ruido. Y ya nada es igual. La realidad se convierte en algo de lo que usted está cada vez más lejos. Usted se queda atrás, en el centro del silencio que ha seguido al estruendo. Ya no oye lisonjas, que se las está llevando otro. Eso que no había sentido nunca y que le llega con los primeros escalofríos mientras intenta descifrar qué ha ocurrido en medio del insomnio es la soledad. Atrapado en la paranoia, ya sólo ve conspiradores masturbándose con su desgracia. El entorno familiar se convierte en un territorio hostil, en un páramo misterioso, un escenario incongruente por el que usted deambulará voceando sus incongruencias. Aquella ola monumental en la que disfrutó de un éxito que creyó perenne rompió y lo ha arrastrado hasta a la orilla apestada con el chapapote del fracaso.

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