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El poliedro

Desastres de la manga ancha

Para que el apoyo del BCE o la Reserva Federal no sea un parche, la banca debe recuperar la confianza

HAGAN memoria, y convengan en que hace menos de un año el mandato económico sacrosanto era contener la inflación. Casi sin previo aviso, la estabilidad de los precios ha pasado a un segundo plano, y la emergencia ahora es que el ritmo no pare, que la economía siga creciendo, aunque no lo haga a las tasas esperadas. Para ello, esta semana, Bernanke, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, ha dado un tajo más que importante a los tipos de interés al por mayor, de forma que los bancos puedan repercutir esa rebaja del precio del dinero en sus préstamos a particulares y empresas. Porque, no lo olvidemos, buena parte de la situación de creciente inactividad económica viene por la falta de liquidez bancaria, el endurecimiento de las condiciones del crédito y, por ello, la escasez de combustible, de dinero para funcionar e invertir: para crecer. Tanto Bernanke como, más moderadamente, el Banco Central Europeo hacen lo que pueden. Es decir, rebajar el tipo oficial de referencia o inyectar liquidez al sistema mediante crecientes adjudicaciones a al banca comercial. Pero la banca comercial tiene miedo, y se comporta con una paralizante prudencia, recortando sus operaciones de crédito y diciendo no donde a finales de verano decía .

La sofisticación de los productos financieros que pululan por el mercado ha sido exponencial desde los 90. Activos financieros compuestos de otros activos financieros, algunos de imposible trazabilidad: al contado y a futuro en un mismo paquete, auténticos caleidoscopios multiformes que se compran y venden con la velocidad de la centella en puntos del planeta remotos entre sí. Nadie sabe con certeza qué tiene y, quizá peor, qué no tiene (por ejemplo, un activo contaminado, pongamos, por una hipoteca basura). De forma análoga a la que un pirado que juega a Doctor No introduce virus en internet, alguien decide otorgar hipotecas a gente que no van a poder sostenerlas -porque son clientes fáciles y no quedan muchos otros- para hacer con esos activos paquetes securitizados -con perdón, pero la terminología es tan complicada como el mismo mercado-, que ponen en circulación sacando rédito inmediato. La pregunta es si se concedieron esas hipotecas basura a sabiendas de que iban a ser fallidas en muchos casos y a ese alien (subprime) lo llevaría la nave (derivado financiero) dentro sin que se notara ni se pudiera notar hasta su estallido. Como un hacker, pero en versión demiurgo sin escrúpulos de Wall Street, con sus tirantes y su gran cristalera mostrando Manhattan tras la espectacular mesa de despacho, sin papeles encima. La fiebre de la codicia. ¿Padece esta interpretación el Síndrome de la mano Negra? Puede.

La situación es tan inquietante que el primer mandamiento, Contendrás la inflación sobre todas las cosas, está out hasta nueva orden. Lo importante, lo urgente en este momento, es que el dinero se mueva y soporte a la economía real, permitiéndole acometer proyectos, mercados e inversiones nuevas: "Soplarás las velas en tiempos de calma chicha". Si no hay combustible, la cosa no se mueve, si no se mueve, sobra fuerza de trabajo. Si crece el paro, crecen, entre otras cosas, las necesidades de protección -manteniendo el nivel de servicios públicos- y decrece la recaudación fiscal y de la Seguridad Social: adiós al superávit, ése mono de goma al que tanta leña se ha dado en la previa de las elecciones.

Ahora queda esperar. Standard&Poor's, oráculo financiero, dice que ya pronto estará todo limpito, cosa de unos meses. El enfriamiento económico puede tener su cara positiva: la salida de los mercados panal de miel -el inmobiliario, básicamente- de advenedizos sin condición verdaderamente empresarial, y las enseñanzas de los desastres de la manga ancha financiera.

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