COMO algún día consiga el sindicato de los futbolistas que desciendan todos los clubes que deban dinero a sus jugadores, la Primera División será un trasvase anual de clubes paralelo a la desaparición del noventa por ciento de los que labraron la historia del fútbol en este país aún llamado España. Bajarían y subirían en cascada clubes que se mueven siempre por Segunda B o Tercera sin que jamás hubiese pasado por sus cabezas jugar Liga en el Bernabéu o en el Camp Nou. También está en la diana de AFE los que se acogieron a Ley Concursal sin reparar, por lo visto, que en esa situación está la mitad del fútbol profesional.

Hoy se anuncia que el Congreso de los Diputados debatirá sobre la existencia de la Ley Concursal en el fútbol profesional y lo cierto es que se está produciendo una barbaridad de presiones para que los que se acogieron a ella queden fuera de dicho fútbol y vayan a Segunda B. De todas formas no parece que tal tsunami tenga visos de hacerse realidad, sobre todo cuando, hace sólo unos días, el Supremo desautorizaba a la Federación en el asunto de la prohibición al Mallorca de jugar en Europa. Y también resulta sarcástico que ahora sea el descendido Dépor el más virulento cuando de siempre se caracterizó como el que tenía sus finanzas más oscuras.

El verano es largo y el de este año más aún, por lo que la información sobre fichajes se adobará con la de la dramática situación económica de nuestro fútbol. Situación generalizada, que torres hoy muy altas veremos caerse con estrépito más pronto que tarde. Y es que el problema atávico del fútbol desde que el fútbol es fútbol está claro como el agua clara, que nunca tiene bastante con lo que recibe. Así están hasta los que generan más ingresos, también esos dos colosos que se han convertido en unas máquinas trituradoras para las que nunca será bastante el dinero de las televisiones o de esas recalificaciones urbanísticas cada muy corto espacio de tiempo.