NO ganamos para sustos. Nos asustan los datos del paro, que desafían una y otra vez los augurios de brotes verdes, la idea de que lo peor ha pasado y otros optimismos de la voluntad. Nos asusta la fama que estamos adquiriendo de país poco fiable, con dificultades para pagar su deuda exterior porque no ingresa lo que debe ni ahorra lo que necesita para saldar la misma.

Nos asusta, sobremanera, el desconcierto en que parece estar sumido el Gobierno. Dan ganas de preguntarse a voces que quién maneja la barca que a la deriva nos lleva, como aquella canción aflamencada con la que nos estrellamos en Eurovisión. Los manijeros no dan una a derechas (ni a izquierdas, porque lo mismo amagan en una dirección que en la contraria, pero no concretan nada). Ya han asumido que estaban completamente equivocados en su diagnóstico sobre la crisis, pero de ahí no pasan. Las medidas que proponen y rechazan en cuestión de horas reflejan que tal vez no saben de verdad lo que quieren hacer. ¿Se puede tener a un país sumido en esta confusión?

La propuesta de retrasar progresivamente la edad de jubilación de los 65 a los 67 años, respaldada prácticamente por unanimidad por el comité federal del PSOE, ha durado unos días. Bastaron el amago de movilización de los sindicatos y el malestar ciudadano detectado -¿y qué esperaban, que aplaudiéramos con las orejas que nos recortasen el derecho a la pensión?- para que el Ejecutivo reculase con matizaciones y apelaciones al consenso. Ayer fue peor. Ayer nos desayunamos con otra medida de ajuste duro encaminada a reducir el insostenible gasto público: la elevación, desde los 15 años actuales a 25, del tiempo de cotización que se computa para calcular la cuantía de la pensión a percibir al final de la vida laboral. Favorece a una mayoría de trabajadores, que llegan a la edad de jubilación con salarios más elevados y cotizaciones igualmente más altas y regulares.

Ha durado horas. La iniciativa formaba parte del documento enviado a Bruselas, a la Comisión Europea, conteniendo un programa de estabilidad de la economía nacional para cumplir las exigencias de la UE en materia de reducción del déficit. Pues el párrafo ha sido eliminado nada más hacerse público, "dado que dicha simulación ha podido interpretarse como una propuesta concreta", ha explicado el Gobierno. De modo que el Gobierno manda documentos oficiales con meras hipótesis de trabajo, simulaciones y ejemplos teóricos. Da la impresión de que quiere quedar bien con Europa, como paladín del ajuste, la solvencia y la seriedad, y quedar bien en España, negándose a recortar nada. Simulando.

Hay una acepción de la palabra desconcierto que viene al pelo: "Falta de gobierno y economía". Está en el Diccionario.

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