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en tránsito

Eduardo Jordá

Desmoralización

VIVIMOS en un momento de desmoralización en el que no es fácil votar en unas elecciones. Acabamos de saber que ha habido políticos andaluces que se han comportado como personajes de Torrente, algo que todos sospechábamos pero que hasta ahora no habíamos podido comprobar. Y acabamos de saber que los familiares de los políticos importantes -y da igual de qué partido sean- tienen un cargo muy bien pagado en una empresa de importancia como Telefónica. Y esto no es todo, porque también sabemos que a todos los partidos políticos los bancos les perdonan las deudas, cosa que nunca hacen con los particulares. Al PSOE o al PP les han perdonado ya decenas de millones, aunque a ninguno de nosotros nos perdonarán nunca un descubierto de quince euros. Y encima sabemos que los partidos políticos, todos, no son más que gigantescas agencias de empleo que procurarán colocar a sus militantes y allegados en todos los cargos públicos que encuentren disponibles. Y todo esto ocurre mientras que se nos exigen más y más sacrificios día a día, y se nos rebajan los sueldos, y se nos repite que no hay más alternativa que aceptar la austeridad apretando los dientes.

Sí, las cosas están así. Por eso comprendo que mucha gente no quiera ir a votar mañana, o piense que es inútil ir a votar, ya que da igual quién salga o qué promesas haya hecho, porque lo único que va a hacer será recortar sueldos y prometer sacrificios, nada más. Y puede que sea así. El descrédito de los políticos -del partido que sean- es tan aterrador que tengo la impresión de que ni ellos mismos son conscientes del rechazo que inspiran. Y la ciudadanía sospecha que ya no son los políticos quienes toman las decisiones, sino un oscuro conglomerado de financieros y banqueros y personajes poderosos que nunca se someten al escrutinio de las urnas.

Pero tampoco es bueno despreciar a todos los políticos por el simple hecho de que las cosas sean así. Es cierto que muchos son farsantes y embusteros, y peor aún, estúpidos e ineficaces, pero también hay algunos políticos honestos que hacen su trabajo lo mejor que pueden. Quizá no son muchos, quizá no son los más conocidos, pero esos políticos existen. Si tuviéramos un sistema de listas abiertas, estoy seguro de que esos políticos serían los más votados, porque los ciudadanos no son tontos y saben intuir en seguida quién es honesto y quién no, quién es un bocazas y quién se cree lo que dice, pero tenemos que conformarnos con el pésimo sistema electoral que tenemos. Y repito que no es bueno desconfiar por completo de la clase política. Por mucho hartazgo que nos inspiren, siempre hay candidatos mejores que otros y propuestas más sensatas que otras. Y hay que votarlas, aunque nos dé mucha pereza hacerlo.

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