Visto y Oído

francisco / andrés / gallardo

Disney

ENTRE la sensacional anatomía de la bruja roja y sus posibilidades de resucitar a la gente, los seguidores de Juego de Tronos han saciado el primer trago noctámbulo, aunque no sea necesario ver los estrenos a las tres de la mañana, la verdad. Los tronistas esperan que al tercer capítulo vuelva a la vida el requeteapuñalado Jon. Pese a la promesa, la leyenda hiperbólica de la HBO entrará ahora en una meseta de tramas para ir afilando el hacha en la segunda mitad de una temporada, una tanda que siempre será menos telúrica de lo que jalean sus fans en las redes sociales. Se acerca el verano...

En la misma Movistar +, también en Canal + Series, se está emitiendo una crítica serie documental sobre Walt Disney (recomendable para pinchar a deshoras en Yomvi). El mago de la animación perdió la fe en el arte con la huelga que, con los vientos de la guerra mundial, tuvo que sufrir. Aprovecharía la caza de brujas para ajustar cuentas con los piquetes. Por aquellos años de escepticismo consigo mismo se refugió en los trenecitos. Dalí, sorprendido por su infantilización, le sugirió que para tipos de ambición verdadera los juguetes tenían que ser a escala real. Y de ahí surgió Disneyland.

Para sufragar un capricho tan costoso la compañía puso los ojos en la tele, tan dispuesta al altavoz publicitario. El bigote de Disney se hizo presente entre los niños presentando cortos, series pioneras y facilonas y documentales de cuento trucados, galáctico, asombroso, como recordamos varias generaciones. La tele, a lo largo del mundo, fue pagando en cómodos plazos los supermercados de un talento como Disney que optó por el escapismo rentable mientras dejaba la innovación artística y las complicaciones narrativas en un cajón. Una biografía como la del padre de Mickey tiene más lecturas y reflexiones que todas las desgracias de los Stark.

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