Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Divorcio

La situación de máxima tensión que vive el PSOE tiene su origen en el divorcio entre la militancia y el aparato

En teoría, el esquema es muy fácil: lo que se dilucida en las primarias del PSOE del próximo mes de mayo es si los socialistas vuelven a ser un partido con capacidad de ser alternativa de gobierno en España o si, por el contrario, se hunden aún más en el abismo al que los ha llevado la errática política seguida desde que Zapatero no supo afrontar la llegada de la crisis económica y que Pedro Sánchez terminó de empeorar las dos veces que se presentó a las elecciones. ¿Con una situación que, en principio, sería tan fácil de dibujar, por qué la alarma máxima que se vive en el partido y las demostraciones de fuerza como la protagonizada por Susana Díaz el domingo en Madrid? ¿Por qué la presencia apabullante de la historia del PSOE, de los poderes regionales y del propio aparato en la presentación de la candidata que, de hecho, representa más claramente a ese partido que estaría en condiciones de volver a ganar elecciones? Sólo hay una respuesta: el PSOE tiene un problema con su militancia. O, por formularlo de otra forma, hay un divorcio entre la base y la cúspide que condiciona la situación del partido y el reto de normalización que tiene por delante. Ese divorcio se refleja en el peso que está cogiendo la campaña de Pedro Sánchez, apoyada en un acercamiento a esa militancia radicalizada y en un rechazo al aparato representado hoy por Susana Díaz.

La profundidad de ese divorcio la medirá el resultado de las primarias. A partir de ahí, si Susana Díaz se impusiera como secretaria general tendría como primera misión taponar esa brecha y volver a unir al partido en una línea común, que fue la que dibujó hace cuatro días en el acto de Ifema. Si por el contrario, Sánchez ganara el PSOE entraría en implosión y eso tendría dos beneficiarios claros. Por un lado, el Podemos radicalizado de Pablo Iglesias, que se quedaría con los restos del naufragio y vería ampliado su espacio de actuación; por otro, el PP de Rajoy que tendría despejado el horizonte político nacional por tiempo indefinido. Sería muy difícil ver a Pablo Iglesias o a Pedro Sánchez como posibles alternativas para un país que necesita ahora más que nunca grandes dosis de estabilidad social.

Así están las cosas en el PSOE y por eso las primarias se han convertido en unas elecciones cuya importancia traspasa el debate interno de un partido. No sólo los socialistas se juegan su futuro. También se va a dilucidar la fortaleza del sistema democrático que lleva más de tres décadas funcionando en España.

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