EL consejero de Economía, José Antonio Griñán, ha dicho en relación con Isla Mágica que "históricamente se ha comprobado que un proyecto monográfico en esta área no es rentable en sí mismo ni resuelve los problemas", pero que se puede hacer rentable si se une a otras actividades. Cabe preguntarse que si históricamente se ha comprobado que los parques temáticos son deficitarios en España (Port Aventura, Warner, Terra Mítica), ¿cómo se incurrió en el error de reconvertir parte de la Expo en un área de ocio en vez de en una Tecnópolis como el resto -donde ya falta espacio por la enorme demanda empresarial existente-, y cómo se perseveró en el error, transformando Cartuja. El Parque de los Descubrimientos en Isla Mágica con una inversión multimillonaria y conforme a unas previsiones irreales (3 millones de visitas/año, cuando nunca se ha superado el millón) basadas en la mentalidad y la realidad USA y no de Sevilla-Andalucía-España? Por más que diga el consejero y pese al reconocimiento que merece el sobreesfuerzo de Antonio Peláez y de su animoso equipo al frente del Parque, las "otras actividades" que han permitido hasta la fecha la supervivencia de Isla Mágica han consistido en no pagar o en que le condonen sus cuantiosas deudas. Como no bastó la quita de los miles de millones que hicieron sus accionistas ni las inyecciones posteriores de las cajas, ahora se recurre a convocar un nuevo concurso de explotación tras otro regalo público, en este caso de 58.000 metros cuadrados de edificabilidad en el nuevo PGOU (como todo un Puerto Triana), pese a conocerse que sigue sin devolver la subvención de Hacienda por incumplimiento de creación de empleo y el canon (4,8 millones) a Cartuja 93, Agesa y Epsa. Aun así, al futuro adjudicatario del parque le van a rebajar el canon anual de los 850.000 euros actuales a sólo 250.000, cuando sólo el IBI del Pabellón de España cuesta 50.000. En resumen, Isla Mágica no suele pagar ni a sus accionistas, ni a los acreedores, ni los impuestos, ni la hipoteca, ni la cuota de la comunidad de vecinos. Si a todo ello se suma el regalo de los 58.000 metros cuadrados y la prórroga del contrato por 50 años, lo más probable es que algún día alcance la rentabilidad... a costa de todos.

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