Joaquín / aurioles

Economía, política y felicidad

En las diferentes encuestas de consultoras internacionales España ha ido perdiendo muchos puntos en el ranking de los países más felices y la causa principal ha sido la crisis

HACEN bien su trabajo los gobernantes en España? Si lo que deben hacer es procurar la felicidad del pueblo, como propugnaba la Constitución liberal de 1812, a la vista de los diferentes indicadores internacionales de felicidad, la respuesta tiene que ser un "no" rotundo. Al menos durante los últimos años y, más concretamente, desde que comenzó la crisis.

La búsqueda de la felicidad de los ciudadanos es un mandato constitucional en algunos países, como Buthan, donde decidieron medir la Riqueza Interior Bruta, en lugar del Producto Interior Bruto, como indicador de felicidad. También lo fue en España durante la vigencia de la efímera e intermitente Constitución de 1812, cuyo artículo 13 establecía que el objetivo del Gobierno tiene que ser "la felicidad de la nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen". El estado actual de la cuestión es que, según las comparaciones internacionales, los españoles no figuran entre los ciudadanos más felices de la tierra y que la principal causa de infelicidad está en la economía.

Según la consultora Ipsos, que pregunta a los ciudadanos de 24 países del mundo, sólo el 59% de los consultados en nuestro país se declara feliz, frente al 73% de media en el conjunto de Europa. España se sitúa, junto a Hungría, en la cola del ranking, pero nuestra mayor singularidad es la extraordinaria importancia que tiene la situación económica en la felicidad. España tiene el mayor porcentaje de ciudadanos que se declaran felices, entre los que previamente han calificado como positiva el estado de la economía, pero también el mayor porcentajes de infelices entre los que la han calificado como negativa. No debe sorprendernos, por tanto, que en el informe sobre la felicidad en el mundo que elabora Naciones Unidas, figuremos entre aquellos donde ha sido mayor el deterioro desde el inicio de la crisis, junto a Grecia, Portugal e Italia. En general, y según The Pew Research Center, uno de los think tank más influyentes de los Estados Unidos, entre los resultados de su nueva encuesta 2014 sobre sobre felicidad en 47, hay que destacar que, en comparación con la anterior realizada en 2007, el estado de felicidad entre los ciudadanos de los países desarrollados se ha deteriorado ligeramente, mientras que la mejora ha sido muy significativa entre los emergentes, quedando España como el país que más ha empeorado tras perder 12 puntos en una escala de 100.

En 2015 habremos entrado en una nueva fase caliente del ciclo electoral, por lo que hace ya tiempo que los estrategas de los partidos políticos andan destripando encuestas con el fin de construir el discurso que convenza al votante de que su formación es la portadora del secreto de la felicidad para los españoles. En el menú de felicidad que preparan los partidos estarán, con toda seguridad, algunos tópicos habituales relacionados con la economía y el bienestar, como la salida de la crisis y la creación de empleo, pero también hay que esperar que, en esta ocasión, el protagonismo se comparta con los propósitos de lucha contra la corrupción, la reforma del sistema político y la Constitución y el futuro del modelo territorial del Estado. Cabe suponer que estos son los factores de los que, en opinión de los partidos, depende la felicidad de los españoles en estos momentos, aunque desde la psicología nos indiquen que la carga genética condiciona aproximadamente la mitad de la felicidad que un individuo puede experimentar y que Gandhi la identifique con una situación de armonía entre lo que uno piensa, dice y hace, que no es precisamente de lo que más pueden alardear los partidos políticos en España.

La economía no ha prestado demasiada atención a estudio de la felicidad, pero ha levantado todo su armazón analítico en torno al concepto de equilibrio, que es otra metáfora parecida. El estado de equilibrio en economía puede considerarse una situación extraña, poco habitual, pero extraordinariamente útil porque permite realizar pronósticos acerca de la evolución probable de una economía en desequilibrio. Si se dispone de un buen diagnóstico acerca de la naturaleza y las causas de los problemas económicos, el concepto de equilibrio no sólo nos proporciona una referencia teórica sobre la probable evolución de los acontecimientos, sino también sobre la mejor forma de diseñar la política económica para que sea eficaz. La primera condición es, por tanto, un buen diagnóstico de la realidad. La segunda, una clara interpretación de las casusas de infelicidad entre los españoles, que, por cierto, no son las mismas para todos. Según Ipsos, el perfil de la persona feliz en España es el de una mujer con menos de 35 años y con elevado nivel de ingresos, aunque los estudiosos del tema no terminan de ponerse de acuerdo sobre la relación ente ingresos y felicidad. Según un artículo publicado en American Economic Review, cuando a la gente se le da a escoger entre una opción con mayor calidad de vida y otra con mayor nivel de vida, la mayoría escoge la segunda, mientras que en otro publicado en PLOS One, la felicidad está directamente ligada al nivel de ingresos, hasta llegar a la cifra de 26.600 euros anuales por persona. A partir de aquí la felicidad depende de otras cosas, lo que significa que en general en España, pero sobre todo en Andalucía, todavía dependeremos algún tiempo de la economía para mejorar nuestra felicidad.

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