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Editorial: ETA, la verdad y la justicia

EL ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, aprovechó ayer el acto de homenaje al concejal sevillano Jiménez Becerril y su esposa, asesinados por ETA hace catorce años, para aclarar la política de su departamento en relación con el final del terrorismo. Sus palabras han sido oportunas porque la sociedad española, aliviada por el final de la violencia de la banda, corre el riesgo de ser inducida a la confusión sobre el proceso de paz y sus consecuencias. A este respecto, Fernández Díaz ha subrayado que la organización terrorista, al anunciar que abandona su actividad criminal, no se ha incorporado a la democracia, sino que ha asumido su derrota a manos del Estado democrático. Es importante destacarlo por pura deuda hacia la verdad histórica: los terroristas no han sido capaces más que de causar sufrimientos y espanto, pero han fracasado en su pretensión de poner de rodillas a la democracia. ETA y sus corifeos se empeñan en vano en vender la idea de que a cambio de dejar de matar y extorsionar el Estado les debe gestos en relación con sus presos y avances en sus reivindicaciones separatistas. No se les debe nada. Las reivindicaciones que tengan pendientes habrán de plantearlas en las instituciones democráticas en las que puedan participar y su suerte dependerá del respaldo popular que obtengan en elecciones libres. Como todos los demás partidos políticos. Con respecto a los terroristas presos, cada uno de ellos está en condiciones de acogerse a los beneficios penitenciarios previstos por las leyes si reúne los requisitos exigidos. Pero colectivamente no pueden negociar nada. El ministro del Interior ha reiterado estas posiciones desde que tomó posesión. Ayer, en Sevilla, volvió a hacerlo al mostrar con firmeza que el Gobierno no está dispuesto a igualar jurídica, moral ni éticamente a las víctimas del terror y a los terroristas que han sufrido o sufren las consecuencias de su propia acción delictiva. Las primeras serán agentes activos del relato de los años del terror. Los otros habrán de pedir perdón y soportar el peso de la culpa por lo que hicieron.

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