La ciudad y los días

Carlos Colón

Educación, primero; sexual, después

TRES de cada diez adolescentes de entre 15 y 17 años han mantenido una relación sexual completa, la mitad de ellos con más de una pareja y en muchos casos sin usar el condón. Como consecuencia, en la última década se ha duplicado la tasa de embarazos entre chicas de 10 a 17 años. La más reciente respuesta del Ministerio de Sanidad a esta cuestión, estrechamente relacionada con la del aborto, cuyo número también se ha duplicado en la última década, ha sido el hip hop del condón, cuyas letras son de una elemental grosería: "tronco, yo no corono rollos con bombo" o "con koko, yo gozo mogollón".

Al dirigirse a los adolescentes en estos términos tontorrones y groseros, como si fuera la forma idónea de hacerse comprender por ellos, el Ministerio parece asumir las críticas tenidas por conservadoras -si no directamente fascistas- dirigidas a la catástrofe educativa española. El nombre escogido para identificar al condón, koko, también parece asumir la inmadurez de los destinatarios de sus mensajes, chicas que tal vez hayan pasado del osito koko al condoncito koko con High School Musical, las novelas de Stephenie Meyer y Sin tetas no hay paraíso como bagaje educativo; y Gran hermano u Hombres y mujeres y viceversa como espejo formativo. El propio Bernat Soria lo ha reconocido al declarar que "este es el lenguaje de nuestros adolescentes".

Muy cierto, pero un buen argumento para relevar urgentemente a su colega Mercedes Cabrera, ministra de Educación, y encausar a todos sus predecesores como mínimo desde la LOGSE.

Urge promover la educación sexual; pero el desequilibrio entre estas dos palabras -poca y mala educación, mucha inducción sexual- lo hace imposible, ya la canten a ritmo de hip hop o de bolero. Un entorno tan agresivo para con la reflexión crítica como dado a la sexualización irreflexiva y consumista ha hecho fracasar todas las iniciativas.

Que nuestros jóvenes sean como son no es producto de la fatalidad, sino de las circunstancias creadas por la conjunción entre el progresivo descrédito de la educación en la izquierda, renunciando desde el terrible 68 a lo que había sido una de sus señas de identidad, y por la reconversión de la derecha tradicional en la neoliberal, renunciando a sus valores éticos y formativos.

Como escribía ayer Rosa Montero: "Los padres de la España pobre del desarrollismo sabían que la mayor riqueza es una buena formación cultural, y empeñaron hasta las pestañas para que sus hijos se instruyeran. Hoy (…) inauguramos millonarias cúpulas con mucho tronío, pero mientras tanto la sociedad se hace cada día un poco (…) más borrica".

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