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La tribuna

Isidoro Moreno

Elecciones y 'sharía' católica

COINCIDO con quienes apuntan estos días, en diversos medios, que la Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, desaconsejando claramente votar al PSOE aunque sin citarlo, puede reportar a éste, sin pretenderlo, los votos necesarios para que vuelva a ganar el próximo 9 de marzo. Señalar que se está dando un contubernio entre el sector más integrista de la Iglesia Católica y el PP puede traer jugosos beneficios electorales al PSOE, lo que no ha sido tenido en cuenta por los obispos neocons, encerrados como están en un mundo que no es el real, y que pueden haberle dado el abrazo del oso a Rajoy y compañía.

El carácter radical y jacobino de gran parte de la izquierda de voto no comprometido -el denominado voto volátil-, que hace cuatro años apoyó al PSOE como medio de cooperar a la higiene política de sacar del Gobierno a Aznar, Acebes y Zaplana, y que ahora podría ir de nuevo a la abstención, el voto en blanco o a opciones minoritarias, es especialmente sensible a cuestiones ideológicas, sobre todo en el marco de la confrontación clericalismo-laicismo, y puede volver a movilizarse a favor de Zapatero ante el peligro, real o supuesto, de una vuelta al nacional-catolicismo (del que son nostálgicos, sin duda, muchos jerarcas de la Iglesia y del PP).

Pero más allá de sus repercusiones electorales, la nota episcopal tiene varios puntos y, sobre todo, responde a una lógica que obliga a un análisis de mayor profundidad. No voy a detenerme demasiado en las cinco líneas dedicadas al terrorismo, porque no tienen apenas novedad; si acaso, señalo -como ya han hecho otros- el grado de hipocresía que refleja olvidar la mediación de algunos prelados, que estimo positiva, en sucesivas conversaciones con ETA. La diferencia, que luego se ha tratado de establecer, entre "hablar" y "negociar" es demasiado sutil -yo diría jesuítica- porque supongo que cuando enviados de todos los gobiernos se han sentado con representantes de la organización no habrá sido para conversar sobre el Athletic de Bilbao.

Lo más grave de todo es que las diversas afirmaciones de los obispos no se fundamentan principalmente, como podríamos esperar, en la "Verdad revelada por Dios" (al que, sorprendentemente, sólo se cita una vez y con referencia al culto). Si fuera así, sus opiniones, "para orientar el discernimiento", tendrían como destinatarios a aquellos creyentes católicos que consideren, en conciencia, que el documento hace una interpretación correcta de dicha Verdad. Lo más grave -y no he escuchado ni leído apenas nada al respecto- es que no dogmatizan desde la moral católica sino desde lo que llaman el "denominador común de la moral fundada en la recta razón" y los "valores fundamentales y principios antropológicos y éticos arraigados en la naturaleza del ser humano"; es decir, desde la "moral natural". Se erigen, pues, en guardianes e intérpretes de ésta, por lo que sus orientaciones -respecto a la definición de la familia y el matrimonio, por ejemplo, o respecto a la educación, o a la definición de cuando comienza y cómo debe terminar la vida humana- obligarían de la misma manera a todos los ciudadanos sin excepción, más allá de cuáles sean sus creencias o principios, y habrían de ser el marco obligado para todas las leyes.

Los radicales islamistas, en varios países, han impuesto o pretenden imponer la sharía desde el principio no cuestionable de que las normas religiosas del Islam, interpretadas por ellos, han de tener también valor de leyes civiles. La sharía católica, tal como quieren imponerla sectores poderosos de la Iglesia, aun con el rechazo de numerosos colectivos de base dentro de ella, se cimienta no sólo sobre uno sino sobre dos fundamentalismos: el religioso -no hay otra Verdad posible que la del libro- y el de la Razón y la supuesta moral natural -la Verdad está inscrita en nuestra naturaleza-. Este segundo fundamentalismo, a pesar de ser una innovación de la época ilustrada para combatir precisamente a la religión, ha sido tomada en las últimas décadas por la teología católica más conservadora para afirmar el derecho de la Iglesia (en realidad, del Papa y los obispos) a definir no sólo cuál debe ser la moral de los católicos sino de todos los seres humanos.

Se basan no ya en las leyes de Dios y los preceptos de la religión, sino en unos supuestos "principios antropológicos" que serían aún más fundantes que la propia revelación divina. Una argumentación que no es posible aceptar ni por los ciudadanos ni por los creyentes. Y mucho menos desde la Antropología.

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