Crónica personal

Pilar Cernuda

Elogio de la guerra

OBAMA ha sido realista: a veces las guerras son inevitables, la única respuesta a quien pone en riesgo la supervivencia de un país y de sus ciudadanos.

El presidente norteamericano tenía una complicada tarea en Oslo, pronunciar un discurso que justificara su Nobel de la Paz cuando su país defiende la guerra y además mantiene dos frentes abiertos, uno en Iraq y otro en Afganistán. Barack Obama, sin embargo, cogió el toro por los cuernos, y los que pensaban que iba a soslayar esa cuestión se llevaron una sorpresa: además de agradecer un premio que muchos han considerado injusto, probablemente él mismo, explicó por qué un estadista no siempre está en condiciones de hacer lo que quiere, sino lo que debe.

Los pacifistas deberían leer detenidamente el discurso de Obama, probablemente el más brillante de su todavía corta trayectoria política, más importante incluso que el que pronunció en la convención demócrata que le dio el triunfo y mejor también que el de su toma de posesión. En Oslo se vio a un hombre de Estado, un hombre responsable que mira por los intereses de su país y de los ciudadanos de su país, aunque eso signifique dejar de lado su ideología.

Los estadounidenses tienen motivos para sentirse orgullosos de su presidente. Estuvo valiente llamando a las cosas por su nombre, con ejemplos muy gráficos para dar más fuerza a sus palabras. Los que defienden la paz sin aceptar ningún tipo de excepciones ni consideraciones habrían permitido entonces que Hitler y los nazis conquistaran el mundo; la mejor noticia que recibirían los terroristas sería saber que los gobiernos de los países a los que atacan se quedan de brazos cruzados ante la magnitud de sus atentados.

Cuando se escucha tanto discurso lleno de tópicos y de palabrería barata, cuando gente aparentemente muy capaz se deja llevar por la demagogia, cuando son tantos los dirigentes que se amparan en un mal llamado pacifismo para no defender a su país, provoca una gran satisfacción comprobar que el presidente de los Estados Unidos tiene las ideas muy claras respecto a las guerras. Algunas son evitables, pero en ciertos casos la guerra es el mal menor. Cuando está en riesgo la vida de millones de ciudadanos no hay más salida que defenderse. Y si para defenderse no hay más remedio que atacar al agresor, pues se ataca.

Conceder el Nobel de la Paz a Obama no tenía sentido, los miembros de la Academia noruega se dejaron llevar más por la moda que por el sentido común. Sin embargo, el discurso de Obama dejó claro que aun sin merecer el Nobel de la Paz, el premio al menos ha ido a parar a un dirigente que tiene valor, coraje y no se deja llevar por lo que se considera políticamente correcto. Un hombre sin complejos.

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