En tránsito

eduardo / jordá

Eloy Palacio

ELOY Palacio tenía 56 años. Vivía en Oviedo y era bombero. Anteayer tenía el día libre y estaba en el gimnasio, pero se declaró un incendio en un edificio céntrico de la ciudad. Las radios dieron la noticia y Eloy Palacio se presentó voluntario a ayudar a sus compañeros. Cuando parecía que el incendio estaba controlado, entró en el edificio a ayudar en las tareas de desescombro. Pero hubo una explosión y el edificio se vino abajo. Eloy Palacio murió allí dentro, en su día libre, cuando podría haber estado tan tranquilo en el gimnasio.

Ayer dieron la noticia en todas las televisiones, pero no oí ni una sola vez que mencionaran el nombre. "Un bombero muere en Oviedo", dijo una cadena. "Tragedia mortal en un incendio en Oviedo", dijo otra. Eso fue todo. Tampoco se dijo que ese bombero -Eloy Palacio, repitamos su nombre- se había presentado voluntario en su día libre. A lo mejor ese dato ya se sabía, pero nadie juzgó necesario darlo a conocer. ¿Para qué? Al fin y al cabo, un bombero es muy poca cosa. No es nadie famoso ni relevante ni que haya hecho nada que se considere digno de nuestra atención. Así que todas las cadenas se olvidaron enseguida del bombero sin nombre y volvieron a la tabarra habitual. Ya saben, toda esa cháchara inútil de los pactos políticos que no llegan y de la inevitabilidad de las nuevas elecciones. Y una vez más se pronunciaron los nombres de Sánchez e Iglesias y Rajoy y Rivera, esos nombres que ya hemos oído cientos de veces y que volveremos a oír cientos de veces más. Pero nadie se dignó pronunciar el nombre de un empleado público que había muerto porque había decidido presentarse voluntario en un incendio, cuando lo más cómodo habría sido mirar para otro lado y seguir tan tranquilo en el gimnasio. No, eso no. ¿Para qué?

Pienso en este bombero ahora que todo el mundo -en especial Sánchez e Iglesias- se dedican a consultar a sus bases para evitarse tomar una decisión que debería ser suya y sólo suya. ¿Qué habría pasado si Eloy Palacio, en vez de presentarse en el lugar del incendio, hubiera empezado a consultar su decisión con su familia y sus amigos? Pero Eloy Palacio no era un cobarde. Hizo lo que hizo sin consultar a nadie. De nuestros líderes políticos, por desgracia, no se puede decir lo mismo. Quieren dirigir un país, pero les tiemblan las piernas si tienen que tomar una decisión difícil. Mal vamos.

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