La tribuna económica

Rogelio / Velasco

Empresas extraordinarias

MES de enero del año 2005, cerca de Princeton, Nueva Jersey (EEUU). El director de Investigación de los Laboratorios Bell recibe a un grupo de visitantes españoles, clientes de su compañía. Hace un recorrido por la historia de la empresa y las contribuciones que ha realizado tanto en el campo de la investigación científica pura como en distintas áreas aplicadas, muchas de ellas que afectan a nuestra vida diaria.

Lo sorprendente era que algunas de las grandes contribuciones tenían, aparentemente, escasa relación con aplicaciones inmediatas que pudieran incorporarse a productos y servicios que la empresa (antes Laboratorios Bell, más tarde Lucent, hoy Alcatel-Lucent) pudiera vender. Nos informó que, entre los científicos del Laboratorio, había 11 premios Nobel de Física.

Desde ayer, suman 13, porque la Academia sueca ha otorgado a tres físicos (dos de ellos del mismo Laboratorio) el premio Nobel de Física de este año. Nada menos que la naturaleza ondulatoria de la materia o la radiación de fondo del Universo fueron descubiertos por los científicos de la empresa. O aplicaciones que envuelven nuestras vidas, como el rayo láser o el primer transistor. Este año han sido contribuciones relacionadas con la transmisión de información por fibra óptica y con imágenes digitales las galardonadas.

Aun siendo el caso más extraordinario, no es el único de empresas que, siendo completamente privadas, han realizado grandes contribuciones a la ciencia. IBM, que ha dado al mundo 6 premios Nobel de Física, ha realizado aportaciones esenciales en materiales superconductores o en microscopios capaces de visionar la estructura atómica de la materia. Ayer mismo, esta compañía anunciaba un chip capaz de leer la secuenciación del ADN a mucha mayor velocidad y un coste diez veces inferior a los actuales métodos.

Los departamentos de I+D empresariales cuentan con una gran tradición que se remonta, de forma generalizada, a principios del pasado siglo. Fueron creciendo a lo largo de cien años para satisfacer las propias necesidades internas de las grandes compañías. La complejidad de los proyectos y la propia diversidad de investigaciones provocaron hace unos años un cambio de política por parte de las empresas.

Mantener grandes laboratorios resulta muy caro. La tendencia más reciente es la de compartir las tareas de investigación con agentes externos. Por una parte, las universidades suministran científicos e ingenieros para proyectos específicos. Cuando éstos acaban, la empresa contratante no tiene obligación de incorporarlos a la plantilla. Por otra, los grandes laboratorios de I+D también subcontratan con otras compañías más pequeñas determinadas tareas. Este enfoque permite una gran flexibilidad y estimula el I+D.

Las universidades son, en todos los países occidentales, las que llevan a cabo la parte fundamental de la investigación pura porque carecen de la presión del mercado para lanzar nuevos productos. Pero seguirá habiendo grandes compañías que nos asombren con descubrimientos científicos de primer nivel que mejoren nuestras vidas.

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