ESTO es lo que hay. Construyamos  una plaza-mirador-mercado-museo que llame la atención allende los telediarios y nos permita presumir de fecunda coexistencia entre la Sevilla milenaria y la del siglo XXI. Resucitemos el foro romano y hagamos con él un museo en las entrañas de Sevilla, en lugar de convertir el subsuelo de la Plaza de la Encarnación en el párking de un gran centro comercial. Ilusionemos a los defensores del patrimonio con un proyecto que prolonga hacia ese sector del centro los reclamos  turísticos. Pero cuando llega la hora de acometer su realización museográfica y dotar al lugar de las instalaciones inherentes a un espacio visitable, entonces el Ayuntamiento admite que no hay dinero (ni está ni se había previsto) y lo pospone tan sine die como duermen el sueño de los justos la mayor parte de las buenas ideas de una ciudad condenada al cisma entre la realidad y el deseo. Primero la excitación de la conveniencia y después el frenazo y marcha atrás con el profiláctico ya te veré. 

Si lleva diez años de retraso la exhibición de los restos del Castillo de San Jorge bajo del mercado de Triana (estimables pero cuyo interés es muy inferior en importancia y belleza a los vestigios de la  Encarnación), ¿cuánta demora le calculamos al Antiquarium que ha ideado el arqueólogo Fernando Amores tras tener en sus manos el mayor hallazgo de las últimas décadas en el corazón de Sevilla?

Esto no lo va a arreglar la Unesco, ajena a lo que se construye encima del foro hispalense. Requiere un órdago a la Consejería de Cultura. Es larga la lista de peticiones para que se gaste más dinero en  Sevilla. Si en cinco años no se ha hecho nada en el Palacio de Monsalves para la cacareada ampliación del Museo de Bellas Artes, que podría ser considerada la prioridad número uno, ¿qué papeleta de sitio le damos al Antiquarium en la cola de las oportunidades pendientes de la industria cultural? Salvo que se lo cedan a una caja de ahorros igual que las Atarazanas a La Caixa...