CUANDO la piqueta entra, algo se muere en el alma de la ciudad. Y esta ciudad bien que está acostumbrada al desarraigo que produce el paso inexorable de las hordas de Enrique Pavón y sucesores. Ayer entraba el temible artilugio en un lugar que fue santo y seña en la crónica de sucesos del siglo anterior, bien atrás el siglo anterior. Accidentes de bicicleta, que ya por entonces las había en Sevilla, anciana que se había torcido un tobillo al bajar del tranvía, accidente mortal en La Palmera de un motorista con su Vespa, un isocarro que se había metido en la acera de Méndez Núñez y lesionado a un probo viandante. Sucesos de aquel tiempo y que, invariablemente, remataba la faena en el Equipo Quirúrgico. La reseña acababa con el nombre del médico y allí figuraban Leal Castaños, Risco, Baquerizo, Cortés, Hermosilla y practicantes como Baquet o Leal Calderi. Algo se muere en el alma, seguro que sí.
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