Paisaje urbano

Eduardo / osborne

España moderada

CUANDO creíamos que el país se deslizaba sin remisión por la pendiente del populismo rampante y sonante, cuando pensábamos que los aires de ruptura soplaban con toda su furia llevándose por delante toda la pesada tramoya montada desde la transición, cuando todo hacía indicar que una buena parte del personal había decidido correr todos los riesgos y dejarse llevar por la música desenfadada de estos nuevos vendedores de paraísos, de repente pareciera como si una voz salida de no sé dónde, con las urnas ya cerradas, hubiera mandado parar.

Es la voz de la moderación, que aunque en estos tiempos convulsos ya ni se recordaba, la que ha presidido la voluntad de los votantes españoles desde las primeras elecciones de 1977. La que en los primeros tiempos constituyentes dio el poder a Suárez, desoyendo los cantos de sirena de aquellos socialistas listos y ambiciosos que vestían chaqueta de pana y amenazaban con alcanzar el poder antes de tiempo. La misma que, quemada la UCD en su propio fuego, otorgó la mayoría absoluta al Partido Socialista y lo mantuvo en el poder hasta que la nueva hora demandó el cambio de partido, y así prácticamente hasta hoy.

Estos días estamos oyendo y leyendo muchos análisis y comentarios que intentan explicar el sorprendente resultado electoral si se compara con lo que pronosticaban las encuestas. En mi opinión, la virtud de Mariano Rajoy ha sido precisamente su criticado mayor defecto, la pasividad. Rajoy es como esos entrenadores que no hablan, ni gesticulan, ni venden, pero siempre están ahí, ordenando a su manera los desórdenes diarios de la política. Al contrario que sus contrincantes, no ha necesitado de sobreactuaciones, ni de ambigüedades calculadas, ni de falsas posturas. Era, sin alharacas, la opción más fiable, y la gente mayoritariamente así lo ha entendido.

Posiblemente el impacto del Brexit le haya beneficiado, pues parece que la gente le ha visto las orejas al lobo, y no está la cosa para muchas aventuras. También la excesiva polarización de la campaña, que casi sin pretenderlo lo ha puesto como el guardián más eficaz para contrarrestar las propuestas populistas de Pablo Iglesias, amortizado Sánchez y desactivado Rivera. La otra noche nadie se atribuyó la victoria, porque no había duda del ganador, el moderado Rajoy, aunque yo de quien me acordé primero fue de San Ignacio. En tiempos de tribulaciones, mejor no hacer mudanza.

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