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La ciudad y los días

Carlos Colón

'Espatadantza' macabra

GRACIAS a la velocidad con que los cobardes etarras -que no dudan en matar, pero se lo hacen encima cuando los cogen- cantan ante los jueces, nos hemos enterado de que entre sus próximos planes, además de repetir con el concejal del PSE Benjamín Atutxa el secuestro con muerte anunciada al modo Miguel Ángel Blanco, del asesinato de Grande-Marlaska y del senador del PP Ramón Rabanera, de la voladura de un cuartel de la Ertzaintza en Guecho o de atentados contra casas del Pueblo socialistas y sedes del PP, planeaban realizar atentados en las costas de Málaga y Huelva a partir de agosto, tras una reunión para ultimar los ataques que debía haberse celebrado en Granada el próximo día de la Asunción. Puede que su vida o la mía y las de sus hijos o los míos, o por lo menos los negocios relacionados con el ocio y el turismo que dan de comer a tantas familias andaluzas y la tranquilidad que tan ansiadamente buscamos junto al Mediterráneo o el Atlántico, se hayan salvado gracias a esta operación policial. Porque estos asesinos vascos pensaban poner bombas en lugares de ocio, centros comerciales y hoteles de nuestras costas.

No es cierto que la selección nacional, y su reciente triunfo sumado a los de Nadal y Carlos Sastre, haya sido un acicate para reafirmar la españolidad como pertenencia y patrimonio común. Algo más poderoso que el deporte nos une y nos identifica como españoles por encima de toda diferencia cultural, histórica, foral o lingüística: la muerte, es decir, la posibilidad de ser asesinados por los terroristas vascos con independencia de que seamos valencianos, aragoneses, catalanes, castellanos, gallegos, vascos no nacionalistas o andaluces. La muerte nos une a los españoles más que el fútbol, el tenis y el ciclismo juntos. Somos españoles porque podemos ser secuestrados o asesinados por otros españoles que no quieren serlo, cumpliendo con su gesto homicida y liberticida el más triste sino cainita que durante dos siglos ha marcado la peor, menos europea y más rancia españolidad: lo único que queda vivo hoy de aquella España negra y fratricida de las guerras carlistas, los espadones, los pronunciamientos, los golpes de estado y la Guerra Civil es el terrorismo vasco.

Esta danza -mejor: espatadantza- macabra nos hace bailar a todos los españoles al son de su música antigua y bárbara, igualándonos como en los viejos grabados medievales eran reducidos a idéntica condición por la guadaña de la Pelona los obispos y los labriegos, los reyes y los mendigos, los eruditos y los siervos: "A la dança mortal venid los nascidos que en el mundo soes de qualquier estado".

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