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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Espejo veneciano

Al final a Venecia no se la van a tragar las aguas, sino los turistas. Como a nuestro centro histórico

Por primera vez una ciudad instaura el numerus clausus ante la avalancha turística agravada por una fiesta. Lo ha hecho Venecia durante su famoso carnaval. Se ha preparado como una operación militar: un refuerzo de 700 personas sumadas a la policía para asegurar el orden y el cumplimento de las nuevas normas, militares en las azoteas, comunicados -que alguien ha llamado "marciales"- los días anteriores… Todo en prevención de atentados, pero también para el buen resultado de la insólita medida de aforar la plaza de San Marcos hasta un máximo de 20.000 personas. En los accesos se colocaron puntos de ingreso en los que se controlaba mecánicamente el flujo. En cuanto entró el último, se cerraron. A esto se le llamaba entrada libre hasta completar aforo. El famoso vuelo de ángel se adelantó algunas horas para anticiparse a la masificación turística.

En 2016 Venecia sufrió la visita de 28 millones de turistas y en 2017 de 30 millones, mientras cada año 1.000 venecianos abandonan la ciudad hartos de la plaga turística que hace casi imposible la vida cotidiana. En 1930 la ciudad antigua tenía 160.000 habitantes. Hoy tiene 55.000. Lo de la plaza de San Marcos es un primer ensayo para intentar blindar la Venecia histórica, cosa dificilísima por razones legales y prácticas. Una plaza puede cerrarse, una ciudad no. A lo que hay que sumar que vive sobre todo del turismo que a la vez la está matando. Al final a Venecia no se la van a tragar las aguas, como se viene estudiando y alertando desde hace tantos años, sino los turistas. Y no sólo es Venecia, como ustedes bien saben. Unos amigos me han contado que han asistido a una misa solemne en la catedral de Florencia en la que el obispo le pidió al alcalde, allí presente, que hiciera algo para que el centro de la ciudad no ve vaciara de florentinos.

Hace poco escribía aquí que están convirtiendo la Madrugada en una especie de cumbre del G-7 o en un partido de alto riesgo. Y muchas veces me he referido a la lenta asfixia del centro histórico y al estrangulamiento de Santa Cruz y de todo el entorno de la catedral. Las autoridades, tan dadas a fijarse en lo peor de Europa -nunca en lo mejor- por aquello de que el mal de muchos es consuelo de tontos, se sentirán reconfortados: ¡si hasta aforan el carnaval de Venecia!... ¿Veis como todos padecen la avalancha turística?... Ya, ya… Excusas para no hacer nada. O hacer poco y mal.

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