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La tribuna

juan José Asenjo Pelegrina

Eucaristía y amor fraterno

HOY es Jueves Santo. Esta tarde conmemoraremos en nuestras iglesias la institución de la Eucaristía, el sacramento admirable que a lo largo de dos mil años la Iglesia no ha cesado de celebrar. La Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo, nuestra Pascua; ella es el centro y culmen de la vida cristiana, el sacramento de la presencia amorosa de Dios en el mundo. En ella nos encontramos con Jesús vivo, glorioso, resucitado, presente entre nosotros de manera real y verdadera. En ella cumple su promesa de no dejarnos huérfanos, de estar "con nosotros todos los días hasta el fin del mundo".

En la Eucaristía Jesús se hace nuestro eterno contemporáneo, se nos hace cercano, amigo y compañero de camino. La liturgia de hoy subraya esta presencia, colocando al final de la Misa el pan consagrado en el Monumento. Acudamos esta tarde a visitarlo en nuestras iglesias, agradeciendo a Jesucristo su presencia permanente en nuestros templos. En la fiesta del Corpus Christi tendremos oportunidad de honrar y festejar en nuestras calles esta presencia divina tan cercana. Hoy la procesión es breve y dentro del templo, pero está cargada de significado y quiere ser expresión de adoración y gratitud a quien ha querido quedarse para siempre en todos los sagrarios de la tierra.

Acudamos cada día a visitarlo, acompañarlo y adorarlo en el sagrario. No nos cansemos de pasar largas horas ante esta presencia estimulante, dinámica y bienhechora, pues desde el tabernáculo el Señor nos atrae para hacernos suyos, nos fortalece, diviniza y abre nuestra vida a una perspectiva de eternidad. ¡Cuánto consuelo, cuánta fortaleza, cuánta fidelidad, cuántas virtudes han crecido en la íntima comunicación de los fieles cristianos con el Señor en la visita al Santísimo y en la adoración silenciosa del Santísimo Sacramento!

Jesús instituye la Eucaristía después de proclamar el mandamiento nuevo y de lavar los pies a los Apóstoles, gesto con el que les propone un programa de vida basado en el amor, la entrega a los hermanos, el perdón y el espíritu de servicio. Cuando el Señor propone una tarea, da también la fuerza necesaria para cumplirla. La tarea del amor servicial y gratuito a los hermanos, como en general toda la vida cristiana vivida en una atmósfera de exigencia y de tensión moral, sólo es posible vivirla con la gracia y la fuerza interior que nos brinda la Eucaristía, recibida con frecuencia y con las debidas disposiciones.

En la víspera de su Pasión, el Señor se queda también entre nosotros a través de nuestros hermanos, con los que Él se identifica. Con la Eucaristía Jesús nos deja el mandamiento nuevo: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado". Participar en la Eucaristía es participar del amor de Jesús por la humanidad, que nosotros debemos reproducir en nuestras vidas como señal de nuestra condición de cristianos. "En esto conocerán que sois mis discípulos" Jesús, que se nos entrega en la Eucaristía, por medio de su Espíritu, introduce en nuestros corazones su propio amor, un amor que nos urge a perdonar, acoger y servir, a salir al encuentro de nuestros hermanos que sufren y a hacer de nuestra vida una donación de amor. El amor fraterno, que Jesús vive y nos enseña lavando los pies a los Apóstoles, no se ejerce pasando de largo o permaneciendo en la propia cabalgadura, sino abajándose, como hizo el Buen Samaritano, para recoger al hermano que sufre heridas físicas, psicológicas o morales. El camino de amor recorrido por Jesucristo para salvarnos le llevó a abajarse hasta la suprema humillación y despojamiento, hasta la muerte de cruz.

Éste es también el camino de sus discípulos. No amaremos a los hermanos si nos acercamos a ellos desde nuestra superioridad o si compartimos con ellos sólo lo que nos sobra. El amor cristiano, el amor de Cristo en nosotros, debe impulsarnos a ponernos a los pies de nuestros hermanos más pobres para servirles, para compartir la suerte de los desheredados, a ponernos de su parte y en su lugar, a caminar como Cristo por el sendero de la humillación y el despojamiento.

En la Eucaristía de esta tarde tendrá lugar el lavatorio de los pies. Repetiremos el gesto de Jesús con sus Apóstoles en el primer Jueves Santo. Que mientras el sacerdote lava los pies a doce hermanos nuestros, le pidamos que este gesto penetre en nuestros corazones y nos ayude a vivir nuestra vida desde el amor, el perdón, la compasión, la fraternidad y el servicio a nuestros hermanos, porque también en ellos Jesús ha querido quedarse cuando nos dijo: "Lo que hagáis con estos mis humildes hermanos, a mí me lo hacéis" (Mt 25,40).

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