la tribuna económica

Rogelio / Velasco

Europa está abierta, el mundo está cerrado

UNA de las consecuencias de la crisis, pero también una de las causas por la que se está prolongando mucho más de lo que las estructuras productivas de los países que la están sufriendo permiten pensar, reside en los enormes desequilibrios que existen entre distintas regiones del mundo, y también dentro de las mismas. En cada ocasión en la que se reúne el G20 desde el año 2007, los países occidentales reclaman un escenario más equilibrado, desde el punto de vista financiero y de la actividad económica, con los países emergentes. Efectivamente, los flujos de recursos financieros que están absorbiendo y acumulando los países en desarrollo, son de una escala astronómica. China, posee unas reservas acumuladas de 3,2 billones de dólares. Arabia Saudí supera los 500.000 millones, casi el mismo nivel que Rusia. Brasil y Argentina presentan también unos niveles muy elevados para el tamaño de sus economías. Esta desproporcionada acumulación también se presenta en Suecia o la República Checa.

Los grandes superávit comerciales, junto a las inversiones extranjeras -la mayor parte de países occidentales- en algunos de los emergentes, explican esos enormes desequilibrios. Sin embargo, la división entre países occidentales y emergentes, y las situaciones de superávit o déficit, esconden realidades más complejas.

En primer lugar, es cierto para el caso de EEUU que, siendo un país occidental, presenta un déficit de balanza de pagos con el resto del mundo. Ese déficit se ha ido reduciendo, básicamente, por la crónica debilidad del dólar respecto del euro y de otras monedas. La propia crisis de demanda interna también ha contribuido a su depreciación.

Sin embargo, una mirada a las cuentas exteriores de la zona euro nos indica que, en conjunto, la región presenta superávit con respecto al resto del mundo. Pero, como conocemos amargamente, la situación de superávit del conjunto de la Eurozona, esconde unos grandes desequilibrios internos entre los distintos países. Tres países grandes, Francia, Italia y España, presentan déficits por cuenta corriente. Al mismo tiempo, Alemania y otros mas pequeños, muestran un gran superávit con respecto al resto del mundo.

Con estas contabilidades nacionales, resulta de todo punto paradójico que los países occidentales presionen a los emergentes para que incrementen el gasto agregado (publico, privado, de consumo, de inversión) con el objeto de rebalancear la economía mundial, mientras que esa misma receta no queremos aplicarla internamente dentro de la UE. En particular, la situación muy asimétrica de Alemania respecto del resto de los miembros está provocando unos ajustes durísimos en el resto de países. Tan duros que son, sencillamente, insostenibles. Esto no quiere decir que no haya que realizarlos. España no puede mantener el gasto publico anterior a la crisis, con unos ingresos derivados, en parte, de la burbuja inmobiliaria y de otras actividades no sostenibles. Pero los dirigentes europeos tienen que entender que aunque el mundo esté cerrado, las economías europeas están abiertas y las decisiones para equilibrarlas no dependen del resto del mundo, sino, en buena medida, de nosotros mismos.

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