Habló Serra y abrió el camino, lo siguió Haro en la misma frecuencia y cerró Setién con un sí, pero.... Lontananza es un horizonte más bien lejano y por ahí se ha ido moviendo el Real Betis Balompié en estos años tan ricos en tribulaciones. Se andaba habitualmente a cencerros tapados, como si la vida estuviese llena de tabúes que ni nombrarlos. Se pisaba como por un campo minado y en cada frustración era como si explotase una de esas minas.

Habló Serra como dicen que hablaba Zaratustra y el efecto mimético fue inmediato. ¿Europa? ¿Y por qué no? Se contestó el balear, ese bajito y ahora sin bigote que da calambre en el día a día y del que llegaron a dudar que alguien estuviese al otro lado de su hilo telefónico. Y fue abrir el melón que era tabú innombrable para que Haro afirmase que se estaba en buena línea, en el camino idóneo. Y el círculo, de momento, lo cerraba Setién añadiendo ciertas dosis de prudencia.

Lógicamente, el técnico estaba en la obligación de ponerle sordina a la cosa, que las efusiones las carga el diablo y crear expectativas, más o menos creíbles, puede ser un arma de destrucción masiva para el puesto. Decía Vicente Cantatore, uno de los más sabios que conocí en el mundo del fútbol, que prometer es de falsos y que él a la única promesa que llegaba era a la del trabajo diario. Y es que es todo tan impredecible en el planeta fútbol que sólo es real lo de partido a partido.

Por tanto, ¿es utópico que en el Betis se piense ya en Europa? No tiene por qué, pero sí sería aconsejable para alcanzar esa meta que el equipo discurra por unos parámetros de regularidad más acusados. Una regularidad que bien podría lograrse mediante la vieja conseja de poner en liza a los mejores del plantel. Así no tendría por qué ser utópica esa meta que Serra desnudó del complejo de tabú que la rodeaba, que Haro reafirmó y que Setién aceptó con reservas. La vida misma.