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Editorial

Excesos verbales y excesos judiciales

LA Justicia española tiene problemas estructurales y coyunturales graves que son bien conocidos por todos y que van desde la saturación y la falta de medios materiales y espacio hasta la politización de sus instituciones. Ahora bien, esto no justifica en absoluto los excesos verbales cometidos por el consejero del ramo de la Junta de Andalucía, Emilio de Llera, el pasado martes en un programa televisivo. Es incomprensible que un miembro del Gobierno andaluz, que además pertenece a la carrera Fiscal, se despache con críticas tan gruesas como cuando dijo que los jueces instructores "actúan como si fuesen reyes de taifas y hacen de su capa un sayo" o que compare la supuesta independencia de los magistrados con la de Adolf Hitler, uno de los mayores genocidas de todos los tiempos. Cierto es que el consejero De Llera rectificó ayer por escrito, pero también lo es que lo hizo de una manera insuficiente y muy indulgente con sus propios errores. Cuando se ocupa un sillón tan importante como el de la Consejería de Justicia, lo mínimo que se le exige al responsable de turno es la prudencia y la contención en las declaraciones públicas. A todas luces, las afirmaciones de De Llera fueron excesivas e inoportunas y merecen una reprimenda por parte de su propio Gobierno y de la opinión pública.

Dicho esto, hay que admitir que las palabras del consejero, por muy gruesas que nos parezcan, pusieron el dedo en la llaga de algunos de los principales problemas de la Justicia. Vaya por delante que hay que reconocer a jueces, fiscales y fuerzas policiales el admirable trabajo que están realizando en la persecución de la corrupción política, que parece no tener fin en nuestro castigado país. Sin embargo, como ya hemos denunciado en alguna ocasión, también se están detectando algunos excesos y sobreactuaciones judiciales, con detenciones espectaculares que se podrían haber solucionado con una simple citación a declarar. A eso se refirió De Llera cuando, de tan malos modos, decía que "es impensable que un juez de instrucción pueda meter el dedo en el ojo a quien le dé la gana y sea después absolutamente irresponsable por sus actos. Es una auténtica barbaridad". Puede tener razón en el fondo, pero desde luego no en la forma.

Con respecto a las críticas por la politización de la Justicia, poco más que decir. Parece claro que es uno de los principales problemas de nuestro sistema democrático. Pero olvida De Llera que el partido que lo nombró consejero, el PSOE, es uno de los principales responsables, junto al PP, de que esta politización haya terminado convirtiendo a nuestra Justicia en un campo más de la batalla del poder.

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