EXPLOSIÓN de vida la que estallaba en estas mañanitas de fin de semana con el sol brillando en la vertical de una calle San Jacinto abarrotada. Los innumerables comederos allí ubicados andaban atiborrados de una multitud que, además, recibía el apetitoso postre de poder ver a la Virgen de la Estrella, hermosísima en su dolor, de frente, cara a cara, de igual a igual, que para eso era su besamanos. Pero es que a tiro de piedra, Rodrigo de Triana abajo, la Esperanza abrillantaba el remozado retablo de la Catedral de Triana con sus ropajes a tono con la gala del septenario. Está claro que Triana le ha ganado el pulso a la mayoría de barrios de la ciudad tras un tiempo de depresión por el éxodo de sus gentes a los núcleos de aluvión. Merece muy mucho la pena empaparse de Triana, con San Jacinto ejerciendo de sístole y diástole para un pulso enfebrecido, pujante, lleno de vida, de esa vida que proporciona Triana.
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