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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Expulsión y gol trascendentales

Oliveira parecía sentenciar el pleito, pero es difícil vender la piel de un Sevilla tan comprometido como éste

APARECÍA el derbi con tintes más que versallescos y sólo con la acometida de Jiménez al trapo que le tendió Chaparro en la víspera como nota altisonante. Y a la hora de autos, el colorido de siempre no se veía empañado por los malos rollos, algo muy de agradecer. Ambas alineaciones eran de clara vocación ofensiva, lo que hacía presagiar un fútbol desenfadado y vertical, pero con los reparos de que en un derbi los miocardios no siempre dejan que la razón razone. Luego sería un derbi más, pero con la circunstancia de que el Betis volvía a ganar en Nervión una barbaridad de tiempo después, demasiado tiempo.

Hasta el descanso todo fue un cambio de golpes y si se hubiese debido decidir a los puntos, este asalto ha sido del Sevilla aunque la ventaja no fuese espectacular. Sí ha estado más clara la declaración de intenciones por parte local que por un Betis que parece más dispuesto a esperar a que llegue su oportunidad. Presiona mucho más arriba el Sevilla, las tarjetas van proliferando para cargar a ambos de personales y parece que el rol de Arzu sobre Romaric es idéntico al que desempeña Duscher con Emana, aunque éste, como también es habitual, no va a aparecer hasta un chispazo sobre la campana intermedia, un momento en el que son complicados los augurios.

Pero de camerinos sale un Betis mejor, con menos miedo a perder y si antes ha ganado el Sevilla por cierto margen de puntos, ahora es el equipo bético el que llega con más nitidez al mentón del rival. Y se produce una jugada trascendental en el minuto 68, pues a la justa expulsión de Duscher sucede el gol de Sergio García. Y después el de Oliveira para dejar el pleito aparentemente visto para sentencia, sólo aparentemente, pues la piel del Sevilla no se caza así como así y Kanoute no suele fallar en las grandes citas. 12 años y 40 días después, el Betis volvía a cantar bingo en un campo muy familiar, pero que se le resistía más de la cuenta.

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