La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Exvoto rociero

"Que mi oración suba hasta Ti como el incienso" dice el salmo. Que suba hasta Ti como el aroma del romero

Madre que quiere por igual a todos sus hijos, porque esta mujer tan dulce y sencilla como enérgica y sabia tiene pasión por la justicia y la igualdad -suyo es el manifiesto radical del Magnificat-, la Virgen del Rocío no puede ni quiere disimular su cariñoso apego a los almonteños. Pero como primeros entre iguales, sin discriminar a sus cientos de miles de devotos que le rezan en la aldea o donde las circunstancias les hayan retenido impidiéndoles acudir donde estos días está su corazón. Todos son para Ella uno solo porque es la Madre del Dios que, como alguien escribió para señalar el valor absoluto que cada ser humano tiene para Él, solo sabe contar hasta uno.

Para la Virgen del Rocío los millones de devotos que a lo largo de nueve siglos, desde que la llamaban Sancta María de las Roçinas hasta hoy, se han encomendado a Ella son uno, más uno, más uno, más uno… Nunca una masa indiferenciada y anónima. Ella los conoce por sus nombres sin distinguir que estén en su real presencia o aun gimiendo, llorando y riendo en este valle de lágrimas y alegrías. ¿Qué son vida y muerte para esta Señora de la luz primera, Reina del eterno rompimiento del día siempre saludada por las laudes del canto de los pájaros y perfumada por el limpio aroma de las plantas libres y alegres -no como la densa dama de noche que solo esparce su obsesivo perfume en la oscuridad- que cada amanecer le ofrendan su olor como si las marismas la incensaran? "Que mi oración suba hasta Ti como el incienso" dice el salmo. Que mi oración suba hasta Ti como el aroma del romero dicen los rocieros. Así de espontánea, libre y limpia es su oración, no artificialmente crecida en las estrechas macetas de la beatería, sino en la libertad de los campos que lo dan todo sin pedir nada a cambio, como aquellos lirios silvestres más espléndidos que Salomón en toda su gloria que tanto gustaban al Hijo de la Virgen del Rocío.

En una de las medallas que porta la Virgen podían estar grabados estos versos que el romántico inglés Coleridge escribió en 1798, justo -mire usted por donde- mientras nacía la aldea del Rocío por el repoblador impulso ilustrado del Duque de Medina Sidonia: "Reza bien quien bien ama / a todos, hombres y animales. / Reza mejor quien mejor ama / a todas las cosas, grandes y pequeñas". De esto se trata en el Rocío, ¿no?

Sea este artículo un exvoto rociero ofrendado por mis amigos Nacho Sabater y Juan Ignacio Reales.

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