Las dos orillas

josé Joaquín / león /

La Fábrica de Tabacos perdida

SE llama, oficialmente, convenio con Altadis, pero lo que está ahora en juego es el entierro de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, que ya ha muerto. Parece que el alcalde, Juan Ignacio Zoido, y la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, están en buena sintonía para este asunto, a diferencia de otros. El convenio con la empresa tabaquera lo gestionará el Ayuntamiento, pero la modificación del PGOU la debe autorizar la Junta. Entrar en otra batallita sería absurdo, además de cansado y cansino. Aunque Altadis buscara un pelotazo urbanístico, en estos tiempos, lo llevaría oscuro. No sean ustedes tan antiguos.

En la operación, según lo previsto, la ciudad ganaría 15.585 metros cuadrados, que quedarían como espacios libres de dominio público. Asimismo se resolvería definitivamente el problema de la Hermandad de las Cigarreras (que ya sólo tiene a las cigarreras en el recuerdo). El mantenimiento de la capilla es una de las cuestiones básicas. Con el acuerdo se permitiría a la cofradía permanecer en su actual sede canónica, sin necesidad de una nueva mudanza, como las que realizó desde Los Terceros a la calle San Fernando, y después a Los Remedios, en su periplo de seguimiento tabaquero. La cofradía siempre fue a donde iba la Fábrica de Tabacos, hasta que ahora no tiene ningún lugar a donde ir, porque Altadis se la cargó. Fin de la cita.

Pretende Juan Espadas que Altadis invierta en Sevilla una parte del beneficio económico que consiga. A la tabaquera le quedarían unos 8.176 metros cuadrados (que viene a ser como un tercio del suelo a repartir en la operación). En todo caso, lo mejor hubiera sido que Altadis mantuviera abierta la Fábrica de Tabacos, que aparte de dar sustento laico a una cofradía, ha sido motivo de obras de arte varias, de universal fama (en estos casos siempre se recuerda a la Carmen de Mérimée, y a la ópera de Bizet, por supuesto). Pero la decisión de irse con los cigarros a otra parte es inamovible. Por eso, a la Fábrica de Tabacos hay que darla por muerta. Consumatum est. Y, llegados, a este punto, lo único que queda es organizarle un buen sepelio.

Juan Ignacio y Susana no pueden hacer nada por resucitarla, sólo montarle esa despedida póstuma, en la que se recuerde algo más que una homilía. Visto este asunto en plan herencia, no cabe ninguna duda de que la Fábrica de Tabacos ha estado en un sitio estupendo. Sevilla no se puede permitir el disparate de desaprovecharlo.

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