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EL Gobierno se dispone a contratar a setenta prejubilados del sector bancario para que hagan de facilitadores de créditos. Nada que objetar. Todo lo que sea facilitar que se abra el grifo crediticio para reactivar la economía debe ser bienvenido. Mejor facilitadores que dificultadores, digo yo.

Los prejubilatas con experiencia en el sector serán una especie de intermediarios entre los desesperados demandantes de créditos y los soberbios bancos que se los niegan. Ayudarán al Instituto de Crédito Oficial a evaluar los expedientes de créditos denegados a pymes y autónomos y mediarán para que las entidades financieras se lo piensen mejor y terminen concediéndolos.

La vicepresidenta Salgado, ya repuesta del vapuleo dialéctico al que le sometió Rajoy en el debate sobre los presupuestos generales del Estado, ha sido lo suficientemente humilde como para reconocer que esto de los facilitadores financieros no garantiza por sí solo que el crédito vaya a fluir como se necesita. La verdad es que en los últimos tiempos Salgado está ganando en realismo. Ha dejado de hablar de los brotes verdes y ha admitido que este trimestre final del año el desempleo irá a peor.

Lo que sí podemos afearle es que se entretenga en dispensar este tipo de aspirinas para un mal grave y crónico que precisaría de tratamientos más severos y dolorosos. También más firmes y valientes desde el punto de vista político. En países tan liberales como Estados Unidos y Gran Bretaña los gobernantes se esfuerzan por atar en corto a sus bancos obligándoles a prestar dinero a las empresas, y también está vivo el debate sobre las remuneraciones de los directivos. Aquí somos teóricamente más intervencionistas y socialdemócratas, pero el poder político mantiene un respeto imponente, rayano en el vasallaje, hacia el sector financiero.

Mientras se convive con una extremada politización de las cajas de ahorros -Caja Madrid es un ejemplo, pero los hay a manojitos-, a los grandes bancos, ciertamente más saneados que los norteamericanos y británicos, se les ha dejado que se dediquen a comprar bancos extranjeros y hacer negocios fuera de España. Aquí dentro prefieren comprar deuda del Estado. A las pymes, autónomos y emprendedores en general se les cierran las puertas del crédito o se les entreabren poniendo como condición que los avalen con su propio patrimonio personal o familiar, requisito que en este tiempo de incertidumbre muy pocos se atreven a cumplir.

En realidad, el más eficaz facilitador financiero del país tendría que ser el Gobierno de la nación, que tiene en sus manos la viabilidad de un tratamiento de choque contra la parálisis crediticia. Prefiere contratar facilitadores de buena voluntad o enredarse con el aborto.

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