José Luis López López / Catedrático Y Decano De La Facultad De Filosofía

La Facultad hispalense de Derecho: el síndrome del poder

EL artículo de opinión del Profesor Antonio Ojeda Avilés ("La Facultad de Derecho y el síndrome de China") es verdaderamente preocupante. No por sus críticas al Rector de la Universidad de Sevilla, al que yo no voy a defender aquí (que se defienda él, si lo estima oportuno) sino por su menosprecio gratuito a otras facultades (como la mía, y por eso me siento obligado a responder). De siempre sabemos que la de Derecho es una Facultad poderosa e influyente en la vida de toda nuestra Universidad, frente a las pobres, inofensivas e inútiles, como las de Humanidades (y cada vez más, a causa de la taylorización creciente de la "atmósfera global" y de los centros de "saber": una de las falacias más graves de nuestro tiempo es la alabanza y el consiguiente desarrollo de la llamada "sociedad del conocimiento", que, traducida sin hipocresía, significa "sociedad del poder"). No discuto de metros cuadrados, ni de alumnos, por una sencilla razón: si todas las cifras que da el profesor Ojeda son como las que veremos ahora... (Aunque firme como "catedrático", en otros tiempos título intocable de la sabiduría y del -otra vez- poder académico y social). Ay, doctor Ojeda Avilés, las cosas ya no son lo que eran, y su etiqueta de catedrático, como la mía, son pálidas e insignificantes sombras al lado de don Juan de Mata Carriazo, don Francisco González García o don Manuel Clavero. Por cierto ¿por qué omite usted que su cátedra es de Derecho del Trabajo? ¿Acaso le avergüenza? Seguro que el maestro don Miguel Rodríguez-Piñero y Bravo-Ferrer no lo ocultaría jamás.

Pero a lo que íbamos: si todas las cifras que aparecen en ese artículo de opinión son tan ciertas como los 100 alumnos que se atribuyen a Filosofía (facultad minoritaria de cualquier universidad, y, por supuesto, de la de Sevilla, que en sus mejores tiempos alcanzó los 600 alumnos, y en los peores, hasta ahora, ha caído a 250, más los numerosos cursos de libre configuración que ha impartido e imparte en otros centros), con cierto retintín despectivo y, desde luego, objetivamente ignorante (no quiero ni pensar en una actitud dolosa, sino más bien frívola), el resultado lógico es que Ojeda Avilés no merece mucha credibilidad en lo demás que dice..

Con todo, ni siquiera eso es lo más grave. Lo terrible son los méritos que esgrime el catedrático Ojeda Avilés como estandarte de la Facultad de Derecho: ¿cómo es posible que rector alguno -ni siquiera me meto en que tenga o no tenga razón- se atreva a tocar a esa Facultad que (atención) "ha dado al país un presidente del Gobierno, dos presidentes del Tribunal Constitucional, tres presidentes de la Comunidad Autónoma, varios ministros y consejeros y numerosos alcaldes de Sevilla" ¿Poder, sólo poder? ¿Derecho sólo puede presumir de ser una fábrica de poderosos? No se menciona un solo juez justo, un defensor de los trabajadores y de los oprimidos, un abogado de nobles causas perdidas, un heroico luchador del "uso alternativo del Derecho" (estructuralmente, como todos sabemos, escorado hacia los fuertes y los pudientes). Y, sin embargo, ha habido muchísimos (incluso entre los cargos del Estado que menciona, antes y después de serlo). Semejante omisión (no hay que llamar a Freud para verlo) delata (aunque sea inconscientemente; y si no, aún peor) una ideología tenebrosa y brutal ¿Es que la Universidad no necesita formar pensadores críticos, historiadores honestos, filólogos que nos salven de la barbarie, periodistas honrados que luchen día a día por las libertades?

Tal vez haya, no lo sé, razones sensatas y convincentes para que no se produzca ese traslado. Pero, desde luego, esas razones, si es que las hay, quedarían fuertemente desprestigiadas con defensores como el catedrático Ojeda Avilés: no hay peor enemigo que los malos amigos. En cuanto a reunir a las facultades de Humanidades en un ámbito común (sea la Fábrica de Tabacos o el Parque del Alamillo) me parece una idea excelente; y si es en el edificio más simbólico, sería una justa discriminación positiva, frente a los ataques que sufren estas disciplinas que nos unen con la tradición bien entendida y son la fuente viva de donde puede surgir un futuro mejor, verdaderamente humano (eso incluye también a materias fundamentales del ámbito jurídico). Quisiera una respuesta taxativa a esta pregunta inequívoca: quienes se oponen al traslado de Derecho ¿lo hacen por falta de espacio, de medios para la docencia y la investigación, y objeciones similares? Si se me demuestra, pido ahora mismo el papel donde hay que firmar para unirme a la protesta, y, si es preciso, que se arbitren modos de ampliación. Pero si la verdadera causa es que no quieren abandonar el edificio emblemático, porque piensan que los poderosos tienen que vivir en los palacios, en los barrios aristocráticos, que no cuenten con nadie de la comunidad universitaria: me da la impresión de que, a poco que lo piensen, ni siquiera con bastantes profesores, alumnos y P.A.S. de la propia Facultad de Derecho.

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