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Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

'Falciani+HSBC'

QUE estamos rodeados de piratas es una verdad como un templo, y no vale negar la mayor y decir que, a unas malas, todos piratas: los hay con flota oceánica y los hay en patera; no es lo mismo, y si no pregunten a Montoro, que parece haber descubierto que sale mucho más a cuenta ir por un cachalote que contra dos millones de boquerones. Decidido a escribir para hoy domingo acerca de Falciani -ese héroe por accidente que tanto insomnio ha dado a decenas de miles evasores- y de la cueva de Alí Babá de alto diseño suizo llamada HSBC, bicheo un poco por la red para calentar y, a las primeras de cambio, la estupefacción: en la página mosaico que me sale al combinar los términos de búsqueda Falciani+HSBC, y, en todo el medio de noticias y artículos sobre el bendito chivato y el banco en el que trabajaba antes de cantar, una ventana publicitaria: "Cree sociedades off-shore con una cuenta bancaria". Será broma, me digo, aunque no me cuadra tal humorada en el periódico español con mejor información internacional. Entro, por supuesto, y no, no es broma: se trata de una empresa que te ayuda a llevar tu dinero a una lista de países -es un decir- de nombres exóticos con banderas extrañas (con alguna excepción, como Suiza, que tiene nombre de vaca ubérrima, de paz, de relojazo y de chocolate, y bandera de la Cruz Roja en negativo). La web de esta proveedora de servicios avanzados donde los haya te ofrece crear una sociedad en Belice, Mauricio o Ras al Jaima por un precio entre mil y dos mil euros, en un par de días. Puedes crear varias e irlas acumulando en tu cesta de la compra virtual antes de pagar, como quien compra libros en Amazon. ¿Quiere usted emular a ricos cantantes y deportistas, a familias de rancio abolengo o de reciente pelotazo, a países de todo color, a reyes árabes de inagotable codicia y mal gusto, a brokers y dealers de Wall Street, o -ay- a donantes de campaña electoral? Pues créaselo, y créese una off-shore como Dios manda: no sea tieso. Sólo le falta tener unos millones de dólares sueltos. O hacerse un pequeño Nicolás financiero-fiscal y marcarse un par de ellas para esnobear a sus invitados de ocasión: "Esto es confidencial, espero que me entiendas; ya sabes cómo está Montorito ahora con las inspecciones y el maldito y muy electoralista castigo al fraude; pero yo debo arriesgar: mi dinero es mío y no estoy dispuesto a compartirlo con vagos y torpes, lo siento. Regateo a la avidez recaudadora". "Pero, Pepe, perdóname, ¿tú no has estado cobrando en negro siempre que has podido?". "Pues por eso, hijo, para qué le vamos a cambiar el color al dinero a esta alturas".

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