Faltan médicos

El médico no tiene por qué ser un endiosado, pero de eso a que sea menospreciado hay un trecho

Ymás que van a faltar. Nos ha tocado vivir una época en la que el esfuerzo no va acorde con la valoración ni con la remuneración. El médico siempre ha tenido un estatus que, aunque forma parte del pasado, algunos mal informados creen que sigue vigente cuando nada hay más alejado de la realidad. El profesional de la medicina que trabaja para el sistema público de salud es un funcionario que ha perdido toda clase de consideración cuando no de respeto, salvo excepciones, y al que se le exige no solo que tenga una elevada formación y una gran profesionalidad, sino que aporte un plus de amabilidad y humanidad, sin duda inherentes a su trabajo.

Los tiempos han cambiado y en muchas cosas para bien. El médico no tiene por qué ser un endiosado ni un privilegiado, pero de eso a que sea infravalorado y, a veces menospreciado, hay un trecho. La imagen del médico rural querido por todos y que formaba parte junto al cura, el cabo de la Guardia Civil, el boticario y el alcalde de las fuerzas vivas del pueblo, pertenece al pasado, a la época de Bienvenido Míster Marshall. La mayoría de los vecinos de un pueblo actual de cinco o seis mil habitantes no sabe ni como se llama el médico de familia que tienen asignado en su centro de salud. Entre otras cosas porque la provisionalidad hace que no se integren en la vida del pueblo.

Si para mejorar el sistema educativo hay que conseguir que los profesores sean los mejores, que estén bien considerados, bien remunerados y sean respetados, con el sistema público de salud pasa lo mismo. Para estudiar medicina hace falta una nota elevadísima en la selectividad, lo que solo consiguen los mejores estudiantes. Luego seis años de carrera al más alto nivel, pero eso no es suficiente. Ahora a preparar el MIR: una academia, un año más de estudio a todas horas y unos pocos de miles de euros más de gasto para la familia. Si vuelve a destacar entre los mejores logrará una plaza de alguna especialidad que no tiene por qué ser la deseada ni en su lugar de residencia. Durante cuatro años trabajará duro y hará infinidad de guardias por mil y pico de euros al mes y nuevamente al paro. A esto le seguirán interinidades, contratos basura y, con un poco de suerte, plaza en propiedad alrededor de los treinta y cinco años. Sueldo irrisorio para tanto esfuerzo y, eso sí, responsabilidad máxima. ¿No van a faltar médicos? Y más que van a faltar.

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