DIRECTO Jueves Santo en Sevilla, en directo | Semana Santa 2024

El tiempo El tiempo en Sevilla para el Jueves Santo y la Madrugada

Feminismo

No tiene mucho sentido que los varones hablemos de feminismo. Sería lo mismo que un ciego hablando del mar

Es inútil que los varones intentemos hablar del feminismo: digamos lo que digamos, estaremos hablando por boca de ganso. Ni sabemos lo que se siente cuando te miran el trasero mientras pasas frente a un café o vas al baño en la oficina, ni mucho menos cuando nuestra pareja o ex pareja amenaza con tirarnos por la ventana o con cosernos a puñaladas cuando volvamos un día a casa (y lo malo es que es muy capaz de hacerlo, y a menudo acaba haciéndolo, como demuestran las atroces estadísticas). Y tampoco sabemos qué es eso de que te obliguen a ponerte tacones y a mover el culo en los platós de televisión o en las grandes superficies, con una sonrisa inamovible en los labios muy pintados y una bandejita de ibéricos en la mano. Nadie nos ha preguntado nunca si pensábamos tener un hijo cuando hemos ido a buscar trabajo. Nadie nos ha dicho en una entrevista de trabajo que nos imaginaba mucho más guapos ("Aquí trabajamos de cara al público y valoramos el aspecto personal"). Y tampoco solemos pasar miedo cuando vamos caminando por la calle, de noche, y de pronto oímos unos pasos apresurados que se acercan por detrás.

Y encima -y eso es lo más importante- nunca hemos sentido el misterio insondable de descubrir una nueva vida en nuestro vientre -el acertijo en nueve sílabas, que decía Sylvia Plath-, ni sabemos lo que es parir, ni lo que es amamantar a un bebé cuando los pechos te duelen y llevas días sin dormir y te duele la cabeza. Ni tampoco poseemos esa misteriosa telepatía que te comunica con tus hijos y te permite adivinar lo que sienten antes de que ellos mismos lo hayan sentido.

Por eso no tiene mucho sentido que hablemos de feminismo. Sería lo mismo que un ciego hablando del mar o que un beduino hablando del Polo Norte. Sabemos algunas cosas, imaginamos otras, deducimos otras más, pero eso es todo. Para hablar hay que haber vivido cosas que no hemos vivido y haber sufrido experiencias que por fortuna nunca nos ha tocado vivir. Y si hay cosas que nos molestan del feminismo más radical y a veces demasiado histérico -y politizado-, deberíamos preguntarnos si alguna vez hemos sentido pánico -pánico, sí- al caminar de noche por una calle vacía o al ver a nuestro ex apareciendo de pronto desde detrás de una esquina. Y entonces, y sólo entonces -si nos han pasado estas cosas-, estaremos en condiciones de decir algo coherente. Pues eso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios