TIENEN encanto las veladas en la Feria del Toro, vamos que si lo tienen. Aparte del buen gusto con que está montada, con el sabor a nuestro y a añejo de cuanto se expone allí, el encanto que viene aparejado con la tertulia, con esos amigos que no los ves a través del año porque la propia velocidad de la vida es impedimento insalvable para la reunión sin que nadie mire el reloj. En estos días surge la ocasión para reencontrarnos con la conversación al calor de cualquier evocación taurina. Charla entre viejos amigos y con amigos ya viejos que, precisamente por ello, te retrotraen a unos tiempos y a unos usos que ya no se llevan, que han sido engullidos por el vértigo de una forma de vivir que es la que es, ni peor ni mejor, la que es, simplemente eso. La Feria del Toro remata en las tablas de pasado mañana y si tiene tiempo acérquese por allí y pegue la hebra con sus amigos, verá lo bien que lo pasa.