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Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Fonética

HAY que admitir que el asunto es cuanto menos extraordinario: el peloteo sobre quién es el responsable del colapso de las carreteras y los aeropuertos en media España a causa del temporal de la semana pasada y la huelga de celo (¡con qué estruendoso sigilo!) de los pilotos ha derivado en una discusión sobre la legitimidad de utilizar el acento andaluz. ¡Qué cosas! ¿Cuál es el nexo de semejante asociación? El nexo es la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, en cooperación necesaria con la parlamentaria catalana del PP, Montserrat Nebrera. Bueno, la ministra en sí misma no, ni tampoco sus nerviosas explicaciones, sino la entonación que usó para atribuir el fenomenal caos a una "cadena de fallos" de la que su departamento era, sólo, uno de los eslabones. Si Álvarez hubiera expresado la disculpa en correcto acento castellano ¿habría sido más convincente? No, sin duda. Sin embargo, lo que molestó a la parlamentaria Nebrera fue más el deje cerradísimo de Álvarez que las disculpas. ¿Por qué precisamente el acento? ¡Ah, los viejos y tópicos prejuicios de la burguesía catalana!

De este caso se pueden extraer dos conclusiones. Primera, lo rentable que le ha salido a la ministra el acento, pues ha logrado distraer el fundamento de la controversia y, segundo y principal, que los andaluces somos un grupo humano unido por el tono. Al menos en Andalucía, el desentono ha podido al desatino, y ha puesto en evidencia que, al margen de nuestras simpatías políticas y los juicios personales sobre la eficacia de las acciones ministeriales, a los andaluces nos une lo que podríamos llamar la defensa del acento. Es de los contados pilares que sostienen el orgullo común. El PSOE ha dicho que las manifestaciones de Nebrera están "contaminadas de un desprecio a Andalucía"; Diego Valderas, de IU, ha sugerido que la diputada es "tonta"; el PA, que es una barbaridad, y hasta Javier Arenas ha respondido tajante a la mamarrachada de Nebrera: "No acepto a nadie que haga bromas sobre la forma de hablar en Andalucía".

¡Las hablas andaluzas, ni tocarlas! Podemos discrepar a muerte por la semántica, pero no por la fonética. ¿Fanáticos de la fonética? ¡Demasiado años hemos sufrido en nuestras carnes las comedias de los Álvarez Quintero, los chistes sobre andaluces torpes y las parodias de todo tipo inspiradas en tópicos centralistas como para que venga ahora Nebrera a hacer chistes del habla de la ministra! Tanto desprecio ha aquilatado una suerte de orgullo tonal e incluso una arrogancia que está por encima de otras supuestas burlas: las cifras exageradas del paro, la financiación, el retraso secular o la deuda histórica.

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