la tribuna económica

Rogelio Velasco

Francia, el próximo problema

EL reciente cambio de Gobierno en Francia había levantado expectativas entre los votantes de un cambio en la política económica que permitiera sortear la crisis sin que se exigiesen sacrificios a los hogares. Tanto el Gobierno como los ciudadanos están percibiendo que la realidad es más dura que la inicialmente prevista. El empeoramiento de la situación económica en los últimos meses acrecienta esa percepción.

El objetivo de déficit del 4,4% para este año y del 3% para el próximo no se va a poder cumplir sin un ajuste duro del gasto público; ajuste que arrastraría a la recesión y a un alejamiento aún mayor de la consecución de los objetivos.

Ya resultó muy preocupante durante las últimas elecciones que, tanto Sarkozy como Hollande, no hicieran apenas referencias al resto de países, como si el mundo empezara y acabara en Francia.

El país galo necesita realizar un ajuste fiscal de más del 4% del PIB entre este y el próximo año si quiere cumplir con los compromisos de déficit, y esto si no empeora aún más la situación internacional.

Los franceses de la generación de la posguerra todavía no saben lo que es sufrir ni una crisis económica profunda y duradera ni un ajuste en los gastos sociales que configuran el Estado de Bienestar.

Podemos equivocarnos, pero una parte del futuro es inevitable. Las cuentas públicas francesas no presentan un superávit primario nada menos que desde 1972. El actual déficit estructural es superior al 4% del PIB, esto es, prácticamente igual al déficit real. La deuda del Gobierno central respecto del PIB superará este año el 90%. Si se incluyen ayuntamientos y empresas públicas, supera el 100%.

Francia no es un caso especial. Su economía está sometida a las mismas normas que los restantes países, de manera que si no cambia el rumbo sufrirá los mismos problemas de financiación que los países mediterráneos. Y las primeras decisiones adoptadas por el Gobierno de Hollande no parece que vayan a evitarlo.

Con un 56% de gasto público con relación al PIB (el segundo mayor del mundo), aumentar más los impuestos no es la vía indicada. En una primera medida -populista- el tipo marginal sobre la renta lo ha elevado al 75%. Injusta para los que ganan su sueldo honestamente -aunque sea mucho- y alentadora de la fuga de capitales. El rumbo empeorará cuando rebaje nuevamente la edad de jubilación y materialice algunas de las promesas electorales.

Si sólo se suben impuestos y se reducen gastos no se sale de la crisis. De acuerdo. Pero resulta imprescindible hacer más robusta, más viable, la economía a largo plazo. Que el nivel de gasto público sea sostenible, que el Estado de Bienestar sea financiable -defendiéndolo frente a sus entusiastas-, especialmente los gastos en sanidad y pensiones.

Si Francia no cambia de rumbo, sus problemas no serán sólo suyos, sino de toda la UE a gran escala. Francia necesita cambiar de política económica para que sus deseos de modificar el actual estado de cosas dentro de la UE sean creíbles. Si no lo hace, no sólo perderá credibilidad sino que la hará perder a los países a los que dice apoyar.

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