LLAMADA de socorro. La crítica televisiva es más necesaria que nunca. La crítica independiente. Y el lector no vive en el mejor de los mapas para encontrarla. Con la ampliación de ofertas en la TDT resulta que los principales grupos mediáticos emplean las páginas de sus cabeceras de prensa escrita para impulsar las cadenas televisivas de esos mismos empresarios. No digo que no sea lícito. Sólo que resulta empobrecedor para los lectores.

La crítica ennoblece. La crítica, por definición, implica criterio propio, ausencia de orejeras. No parece, a la vista de lo publicado en los últimos días en las páginas de la Televisión, de Comunicación les llaman en según qué medios, que se practique de ese modo. Si esto ocurre en el territorio de la crítica, de la opinión, no hace falta que abundemos acerca de lo que pasa en la información. Ahí se lleva a cabo la publicidad pura y dura. Los titulares apuntan a los programas de las televisiones del grupo, se entrevista a sus presentadores, se habla de sus proyectos, se cantan sus excelencias, y como el espacio es limitado, se calla el resto.

La más perjudicada del sistema, qué duda cabe, es la televisión estatal. La televisión pública no tienen quien le escriba. Los resultados de este desajuste chocan. Porque la realidad es muy elocuente. Para constatarlo, basta con detenerse un momento en lo que ofrece, y medir en espacio y en relevancia el tratamiento que se le da.

Volviendo al principio, la crítica televisiva independiente, incisiva, no casada con nadie, de firmantes que amen y se apasionen con el medio, es más imprescindible que nunca. Precisamente porque la oferta es tremenda. Y esto es lo más parecido a un mercadillo. Se agradecen tanto las voces que dicen verdades como puños. Como las de Francisco Andrés Gallardo. Y no es piropo gratuito, sino la constatación de un lujo a nuestro alcance.

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