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La ciudad y los días

carlos / colón

Francisco en Lesbos

LA encomiable visita del Papa a Lesbos ha sido aprovechada por quienes parecen empeñados en enfrentar a los "Papas buenos" (Juan XXIII, Francisco) con los "Papas malos" (Pío XII, Juan Pablo II) -Pablo VI se quedaría a medio camino entre unos y otros-. Sin importarles simplificar, falsear las evidencias de la historia e incluso contradecir a los pontífices "buenos". que una y otra vez manifestaron y manifiestan su aprecio hacia los "malos". El viaje a Lesbos tiene un antecedente al que el propio Francisco ha aludido en varias ocasiones: la dos visitas que Pío XII realizó el 20 de julio y el 13 de agosto de 1943 a los barrios romanos de Verano, Tiburtino y Prenestino, destrozados por los bombardeados que ocasionaron más de 3.000 víctimas. Rodeado por miles de romanos que entendían muy bien las palabras del salmo -"desde lo hondo a ti grito, Señor"-, Pío XII rezó un De Profundis entre las ruinas, visitó la destrozada Basílica de San Lorenzo Extramuros y repartió personalmente ayuda a las víctimas junto a su entonces Vicesecretario de Estado, monseñor Giovanni Battista Montini, futuro Pablo VI.

El 19 de julio de 2013, en el 70 aniversario de estos hechos y en aquella Basílica, Francisco dijo estas palabras: "El papa Pío XII no dudó en correr, inmediatamente y sin escolta, entre las todavía humeantes ruinas del Distrito de San Lorenzo, con el fin de ayudar y consolar a las víctimas. Incluso en ese momento, se mostró como abnegado pastor cuidando a su rebaño, especialmente en tiempos de prueba, listo para compartir los sufrimientos de su pueblo". El ejemplo de Pío XII tenía el valor de producirse cuando los papas nunca abandonaban el el Vaticano, en plena guerra mundial y en el terrible verano de la destitución de Mussolini, el armisticio con los aliados que dio lugar a la guerra civil entre italianos fascistas y antifascistas, y finalmente la invasión nazi con instrucciones de Hitler de tomar el Vaticano y secuestrar al Papa.

73 años después, y ante una situación que ha comparado a la crisis humanitaria que siguió a aquella guerra, Francisco, que tanto aprecio ha demostrado hacia aquel gesto del controvertido Pío XII (al que los documentos progresivamente desclasificados están dejando en mejor lugar del que se le asignó como cómplice pasivo del nazismo) prosigue una labor que ya cuenta con 20 siglos de historia. No siempre cumplida como se debe, cierto; pero es que la exigencia es mucha.

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