Cuarentaidós años y como si nada, como si el tiempo transcurrido fuese una falacia como las que sirven de base al furor independentista de algunos sediciosos. Hoy es el cuadragésimo segundo aniversario de que un lloroso Carlos Arias Navarro nos anunciase que Franco había muerto; surcado de cables y, por supuesto, en la cama. Y aquel 20 de noviembre amaneció un país lleno de miedo a lo desconocido, a qué futuro le aguardaba. Pero el futuro discurrió bonancible con los únicos puntos negros del terrorismo vasco y de la salida de pata de banco de un guardia civil con bigote. Fue un futuro llamado Transición que admiró el mundo entero y que hizo el milagro de reconciliar a las dos Españas. Fue bonito mientras duró, pero de aquel modelo tan modélico ¿qué es lo que queda? La reconciliación se fue al carajo y hasta parece que Franco vive... según se remueve.