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LA contundente resolución de Naciones Unidas contra el coronel libio Muamar el Gadafi ya sólo le deja una única salida: el banquillo del Tribunal Penal Internacional de La Haya. A diferencia de Mubarak, en Egipto, y de Ben Ali, en Túnez, Gadafi ha optado por una represión brutal contra su pueblo - "hay que matarlos como a ratas", dijo en una de sus patéticas alocuciones- con el apoyo de un Ejército compuesto, en su mayoría, por tropas mercenarias. Atrincherado en Trípoli, a Gadafi le ha llegado la condena internacional más grave que se podía solicitar. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas venció las resistencias de China y Rusia y ha ordenado que ni Gadafi ni 21 de sus colaboradores más cercanos, entre ellos varios miembros de su familia, puedan viajar; que se le retengan todos los bienes en el extranjero y, además, que el Tribunal de La Haya lo juzgue por crímenes de guerra y contra la humanidad. Por muy dolorosa que esté siendo la toma de Libia por parte de los rebeldes, otros pasos como la intervención militar internacional son absolutamente desaconsejables. Naciones Unidas podría reconocer al consejo nacional que se formó ayer en Bengasi como su interlocutor válido en el país y prestarle ayuda internacional mientras se espera a que el núcleo del régimen se desmorone en Trípoli, pero la formación de una coalición militar liderada por la OTAN para entrar en el país traería otras consecuencias indeseables como han demostrado los recientes casos de Iraq o Afganistán. La Unión Europea, otra vez, ha demostrado su falta de coraje. Sólo después de la resolución de la ONU, una desconocida Catherine Ashton dijo que la represión en Libia tendría "consecuencias". Pero, lamentablemente, la crueldad que Gadafi siempre demostró se va a mantener hasta el final, porque todo indica que quiere resistir a sangre y fuego. Sólo un golpe dentro del Ejército podría acortar estos días finales de un régimen que apenas controla ya su país. Pero la solución no puede pasar por su exilio en otro país árabe o en Venezuela, como se sugirió desde el Reino Unido: sus crímenes deben ser juzgados e investigados en La Haya.

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