Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

El 23-F de Gadafi

GADAFI, en su 23-F, grita: "¡Al suelo! ¡Todos al suelo…!". Hemos asistido a guerras en directo, a muertes en directo, pero no al delirio de un autócrata en directo… La dictadura como enajenación. Decía el psicoanalista Alfred Adler que la democracia es el escenario donde se neutralizan las patologías del poder. La locura de Gadafi reivindica a Adler.

Poco antes de la Perestroika, una periodista de Moskovskie Novosti, que disfrutaba de una antena parabólica de fabricación casera, me contaba que las tecnologías habían derribado el Muro Antifascista, como calificaban allí al aquí llamado Muro de la Vergüenza. La propaganda del régimen producía hilaridad cuando las televisiones occidentales ya habían entrado en el cuarto de estar de los hogares rusos.

Hoy, el muro cultural de un pretendido choque de civilizaciones está más cerca de caer, obra de lo que la amiga de Moscú llamaba la revolución de la información. El cerrojo de la censura y la desinformación se resienten ante nuevas formas de comunicación refractarias a la mordaza.

Se hablará de un antes y un después de Wikileaks, que es coetáneo de las revueltas populares del mundo árabe. Ambos fenómenos forman parte de lo que el sociólogo Appadurai pronosticó hace algunos años como "la ruptura general", el mayor de los grandes cambios de la era contemporánea. Un ruptura que se apoya en las nuevas extensiones tecnológicas -no había telefonía móvil, ni internet, ni redes sociales en la caída del Muro de Berlín…-, y en la cultura de la transparencia.

Wikileaks ha puesto foco a la opacidad y a la desinformación, a las expresiones degradadas de las democracias y a las aberraciones intrínsecas a las dictaduras. Y descubre aspectos del cinismo que ha envuelto las relaciones internacionales, como su doble moral frente a las dictaduras. ¿Cuántos abrazos a Gadafi han manchado de sangre las manos de quienes ahora se las lavan? ¿O no fue Saddam Husein, en su día, un aliado y un amigo?

Los jóvenes, cuyas expectativas se fundamentan en una mayor formación que la de sus mayores, protagonizan en buena medida las revueltas populares. El conocimiento orienta una ruptura generacional que no tardará en tener réplicas en otras regiones, incluso en aquellas más castigadas por el adormecimiento de las utopías. Son los brotes verdes de una descolonización de prácticas políticas y culturales que se resisten a desaparecer. Los maltratos de Gadafi a su pueblo hay que verlos como una patología originada por un concepto arcaico del poder, pero también como aprendizaje democrático de naciones hasta ahora privadas del antídoto de las dictaduras.

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