GANAR por encima de todo, sí o sí que diría quien yo sé. Ganarle al Deportivo para que el triunfo de Montjuïc confirme el valor que ya le dábamos en la atardecida del domingo, de oro y brillantes. Recién culminado el gozo que supuso el gol de Edu cuando más gusto da, sobre la campana final, esos tres puntos sabían a gloria en el corazón del Betis, afortunadamente aún Real Betis Balompié, y ese sabor se hará definitivamente dulce si esta noche se desembaraza el equipo de Chaparro del de Miguel Ángel Lotina, ese conjunto que ha ido deteriorándose hasta hacer que se pierda en el olvido aquel grandioso Superdépor.

Suena más adecuadamente el equipo bético y puede decirse que hasta bien desde que se cumplió la media hora de juego en la montaña olímpica. Se comportó como un equipo sincronizado para que la autoestima subiese muchos enteros cuando, al fin, sonó la flauta sin tiempo ni opciones algunas para el rival. Autoestima que no debe confundirse con euforia, que ya hay hasta gente que habla de un puesto en Copa de la UEFA, como si el Betis pudiese cantar victoria por un objetivo, el autoproclamado de la supervivencia en la categoría, alcanzado. Hasta el rabo hay toro y es mucho lo que falta hasta lograrlo; por ejemplo ganar hoy como de obligado cumplimiento.

Los números, y el comportamiento sincero, de Paco Chaparro son impecables en estos dos meses de trabajo. Empezaron tomándoselo a broma por la incidencia musical en el asunto de la motivación y ya cuenta con el respeto unánime. Tanto técnicos como aficionados reconocen el trabajo de este trianero corajudo y calladamente erudito en su profesión. Ahora más que nunca, Real Betis Balompié y sus circunstancias, no todas agradables. Si el triunfo del pasado domingo en la montaña barcelonesa supo a gloria, el sabor de aquello será aún más sabroso si esta noche se multiplica su efecto derrotando a un Superdépor que ha vuelto a serlo que fue, el Coruña.