La ciudad y los días

Carlos Colón

Sin Gatopardos,sin Miserere

SI Visconti hubiera nacido en Sevilla, en vez de en Milán; si hubiera sido descendiente de un caballero veinticuatro, en vez de serlo de los Visconti que son parte de la historia de Milán desde el siglo XIII; si en vez de haber heredado el título de conde de Lonate Pozzolo, otorgado a Battista Visconti en 1563, hubiese sido Señor de San Lorenzo y conde del Arco con grandeza de Resolana; si Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Motechiaro, hubiera nacido en Sevilla, en vez de en Palermo, y hubiese descrito el suntuoso declive de su clase en clave sevillana tan excelentemente como el aristócrata italiano retrató el otoño de la nobleza siciliana en El Gatopardo; y si ese imposible Visconti sevillano fuera director de cine y dirigiera una película basada en la novela de ese imposible Lampedusa sevillano, seguro que utilizaría el Miserere de Eslava como el Visconti milanés utilizó el Siamo zingarelle de La Traviata en versión de banda para la llegada a Donnafugata, un vals inédito de Verdi para el gran baile en el palazzo Valguarnera-Gangi de Palermo que cierra la película, o las deliciosas y decimonónicas polca, contradanza, mazurca, quadriglia y galop compuestas por Nino Rota para la misma, bellísima y larga secuencia. Y además del Miserere de Eslava, seguro, habría utilizado algo del primer Font y de Gómez Zarzuela, alguna canción de Manuel García y las elegantes y melancólicas sonatas para pianoforte de Blasco de Nebra.

Pero Sevilla no es Milán y no ha tenido ningún Visconti que la filme; ni la aristocracia hispalense se dedicaba a salvar teatros de la ópera -como hizo el duque Guido Visconti di Modrone cuando La Scala vivió la gran crisis de 1898-, ni los músicos eran invitados a sus salones como Verdi lo era a la casa de los Visconti, ni los palcos del San Fernando representaban lo mismo que los de la Scala en los que Luchino seguía las óperas leyendo la partitura junto a su madre, como cuenta en sus memorias: "En nuestro palco de la Scala nos sentíamos como en casa. Era el número 4, muy cerca del escenario, con el foso de la orquesta al alcance de la mano y el brillo de los cobres que nos resonaban en los tímpanos".

Si Visconti hubiera nacido en Sevilla no desdeñaría el Miserere, considerándolo reaccionario y rancio, ni lo elevaría a los altares por desconocer otra música. Lo habría tomado por lo que es, un gracioso testimonio de su tiempo y una tradición con siglo y medio de vida, y lo convertiría en la banda sonora ideal para recrear la ciudad del XIX. Y si Sevilla fuera Milán, este año habría Miserere.

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