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francisco / andrés / gallardo

'Gominoso'

HASTA sus anécdotas juveniles, como que comerciaba con sus apuntes universtarios haciendo un gran negocio juvenil a costa de sus compañeros de Derecho, se convertían en episodios admirables del tipo más venerado y temido en el fin de la Historia, esos años en que tras la caída del muro sólo cabía el capitalismo triunfante y feroz. Mario Conde representaba lo que parecía ser el triunfo de la era definitiva. El tío a imitar. Por entonces en España se desmoronaba la figura de Alfonso Guerra por el pelotazo de su hermano, primeros versículos de la corrupción en los tuétanos del poder. Aznar sonreía en los carteles, atisbando lo que creía ser el fin del felipismo mientras Rato pilotaba su utilitario amarillo por las curvas gaditanas. Y Chaves era llevado de una oreja a presidir la Junta.

Conde, en el mayor pedestal, auditaba las preguntas de Julia Otero para aparecer en TVE y escenificaba su descenso entre los mortales para que comprobáramos en el televisor el brillo de su gomina y oliéramos a distancia su fragancia de tipejo guapo, rico y listo. Los medios peloteaban al señor de Banesto que junto a Antonio Asensio, del Grupo Z, y el ser más amarillo e intrigante del planeta, Rupert Murdoch, tomaban posesión de Antena 3, que se disfrazó con los colores de la corporación bancaria que estaba a punto de estallar de despropósito.

Mario ha vuelto a Antena 3, y a las demás cadenas, por supuesto, para confirmar su siniestra estampa de millones ocultos, su sonrisa calabresa y su esqueleto de cartón. Cautivo y desarmado, de vuelta de sus años a la sombra, aún había quienes le masajeaban y había quienes, como la mugre de Intereconomía, le cedían programas chavistas y le reservaban silla de contertulio con complejo de superioridad. Ni por esas, ni por estas, dejará de intentar ser algún día el Perón español, el líder populista, timonel de nuestros destinos, como soñó ser en tiempos analógicos, cuando con pocos canales se tenía toda la influencia para engañarnos por deslumbramiento con bisutería especulativa.

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