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MENOS mal. La gala de los premios Goya se podrá ver en directo por televisión en esta edición. No como el año pasado y al anterior, cuando los cinéfilos nos pudimos enterar a través de la radio y de Internet de los premiados con una hora de antelación. Todo un contrasentido. Porque una parte del interés de la ceremonia de estos premios está en el glamour, de acuerdo. En la alfombra verde y en el desfile de rostros populares y las ocurrencias que haya preparado para la ocasión el maestro de ceremonias Andreu Buenafuente.

Pero también reside en el macguffin y el suspense de los premios propiamente dichos. Si a través de la radio o internet nos enterásemos una hora antes que por la tele de que Luis Tosar ha logrado el premio al mejor actor, o Lola Dueñas el de mejor actriz, para qué querríamos aguantar hasta el final ante la pantalla de casa.

Un dato a favor de los Premios Goya de este año, muy a tener en cuenta, es que la segunda edición del Telediario de los domingos ha sido, durante las últimas cuatro semanas, el informativo más visto de la semana. Lo que quiere decir que, a priori, la transmisión puede arrancar nada más y nada menos que con cinco millones de espectadores en bandeja y ser líder de audiencia, y con ello, dar realce a la cita. Que esos millones deserten o no a lo largo de la noche tendrá que ver con el ritmo y el tono que imprima el presentador.

La Academia y TVE nunca deberían haber consentido que la transmisión de los Premios se llevase a cabo en diferido. Después de tres años de diferido, por fin se presenta una edición en directo total y sin pausas. Puede ser una noche, televisivamente hablando, memorable.

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