BUENA, muy buena, ha sido la forma en que el Betis ha enfilado su particularísimo Tourmalet. Cuatro puntos en los dos primeros puertos dan pie al optimismo aunque el descenso esté a sólo cinco puntos y mirar hacia él siga dando vértigo. A su merecido triunfo en el derbi le añadió la proeza de no perder ante el todopoderoso Barça y quizás si Iturralde no encarrila la noche de los azulgrana, mejor podría haber pintado la cosa. Cuatro puntos en estos dos escollos es buena renta y viendo cómo andan los de abajo no tiene el Betis por qué preocuparse en exceso, pero pian pianito, que la vida es muy dura y el pozo está ahí mismo.

Tenía el Sevilla que ganar y ganó, con lo que esas urgencias con las que se montaba en el avión que le llevaba a la Ciudad Condal se paliaban tras el doblete de Kanoute cuando todo indicaba que tendría que conformarse con un solo punto. Pero Kanoute es Kanoute y si no es reconocido ya como el futbolista más decisivo en la exitosa contemporaneidad del Sevilla, mal andamos. El malí siempre acude a las requisitorias y en los partidos clave ahí está para cantar la grandeza de Alá tras cada gol, con sus manos y la mirada al infinito. No sé cuánto le queda a Kanoute de actividad, pero bien haría el Sevilla en buscar algo parecido o rezar para que su carrera se alargue.

Y la generalidad de la Liga desvelaba en esta jornada vigesimotercera que el Madrid de Juande va a paso de oca para que el subcampeonato no se le escape. ¿Coger al Barça? Eso es más complicado, claro que sí. Al fin, gracias al Betis, le ha recortado algo a los de Guardiola y hasta pudo ser más amplia la resta si Iturralde hubiese actuado con imparcialidad, pero el monólogo azulgrana sigue vigente por mucha fatiga que le presuman los que sólo ven lo que quieren ver. Fue una jornada muy buena para el Sevilla, que amplió su colchón respecto a los perseguidores, y también positiva para el Betis gracias a Ricardo y a pesar de un parcial señor de Bilbao.