La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Gran Poder, admirable intercambio

Estos devotos que tanto me han edificado ven su propia humanidad herida en el Señor

Termina el besamanos del Gran Poder. Cuatro días. Un instante. En ellos me han edificado tanto el Señor como muchos de quienes han pasado ante Él. El cristianismo, nacido de una persona concreta en quien Dios se encarnó, se transmite persona a persona, a través de ejemplos y contactos humanos. No es abstracta nuestra religión, sino concreta. No es mitología situada en un fabuloso más allá del tiempo, sino historia consumada en un lugar y unos años concretos. No es espiritualidad desmaterializada, sino lo contrario: Espíritu hecho carne. El que va junto a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso lo escribió: "La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria".

He utilizado la palabra edificado, que muchos consideran pasada de moda o beata. Edificar significa construir, ya sea un edificio o una personalidad. Lo segundo se hace infundiendo piedad y virtud. Otras dos palabras pasadas de moda. La primera está mal vista hasta en ciertos ambientes religiosos. La segunda tampoco goza de mucha popularidad en la vida civil. ¡Y son tan importantes! La piedad es la virtud que, por amor a Dios, inspira devoción a las cosas santas y compasión hacia el prójimo. La virtud es la disposición para obrar guiados por los ideales del bien, la verdad y la justicia. Piedad religiosa y virtud civil coinciden en sus metas. Una buena persona es una buena persona sea o no practicante o creyente.

Por eso tanto como el Señor me edifica la piedad y la virtud de tantos de sus devotos. Cuánta fe probada, confianza que ha resistido como una caña que la vida han doblado pero no quebrado, devoción recia y realista. Llegan, contemplan, besan y se van. Algunas almas se quedan prendidas de la red: los confesionarios no han conocido descanso. Otras se van bendecidas por este Señor que nunca carga con fardos que Él no ayude a llevar. Es uno de ellos, uno con ellos; y a la vez es infinitamente más que ellos. La imagen de Dios, nada menos. Estos devotos que tanto me han edificado ven su propia humanidad herida en el Señor y sienten su divinidad en su interior. Admirable intercambio llamaban a esto los Padres de la Iglesia. "El Verbo -escribió Benedicto XVI- asumió nuestra humanidad y la naturaleza humana fue elevada a la dignidad divina". Esto ha sucedido, durante cuatro días en San Lorenzo. Como sucederá en la Madrugada. Como sucede todos los viernes. Como sucede cada día.

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